MEDICINA CUANTICA

El Cerebro no Distingue entre el Dolor Físico y el Emocional por Punset

by on Mar.09, 2010, under Artículos de Ciencias, Medicina


Foto: www.loscuatroelementos.files.wordpress.com

Encontramos esta entrada en el blog de Eduard Punset.  Parece ser que la ciencia poco a poco empieza a tomar consciencia de la importancia de los sentimientos en el bienestar y la salud integral del ser humano.  Si tanto las emociones, los pensamientos así como la ingesta de alimentos ocurren en el mismo organismo, tiene sentido que todo ello afecte ineludiblemente a la salud.  Es cierto que lo que vemos con los sentidos es más facilmente corroborable.  Y así parece que todos pensemos que los disturbios a nivel mental o emocional sean una amenaza menor que los síntomas procedentes del cuerpo físico o las llamadas enfermedades.  Hay un enlace vivo que va conectando y afectando las partes al todo.  Una danza celular que en los albores del XXI, sigue siendo todo un misterio para los especialistas.   Queda mucho camino por hacer en la comprensión de la totalidad del ser humano pero ya es un avance que la ciencia confirme la importancia de las emociones en el cerebro.   

«Importa más el impacto de los sentimientos abstractos que los físicos y concretos de la sed o el hambre. Los dolores causados por motivos sociales –como un desamor– o los placeres de igual naturaleza –como aprobar una oposición– activan idénticos circuitos cerebrales que los estímulos fisiológicos, básicos para sobrevivir, como la práctica del sexo.

Se está confirmando, pues, una sospecha que teníamos muy pocos en el sentido de que el cerebro trata con la misma deferencia o indiferencia, según se mire, experiencias sociales y abstractas como una falta de reconocimiento social y conductas físicas tan concretas como saciar el hambre o morir de sed.

Lo que está sugiriendo la ciencia, ni más ni menos, es que el mundo de los sentimientos y la historia del pensamiento inciden en el corazón de la gente en no menor medida que una hambruna o el calentamiento global. ¿Entonces por qué nos ocupamos menos de los primeros que de los segundos?

Y, si eso es cierto –y ya no puede negarse que forma parte del pequeño y modesto acervo científico–, deberían matizarse muchas de nuestras convicciones o, cuando menos, alterar lo que yo llamo nuestra “estrategia de compromisos”. No es seguro, por ejemplo, que nuestra supervivencia dependa en mayor medida del famoso cambio climático que de nuestro reconocimiento individual por el resto de la sociedad; de saber, en definitiva, si me odian o me aman.

Es mucho menos probable de lo que se creía hasta ahora que nuestras necesidades fisiológicas revistan un grado de urgencia mayor que nuestros sentimientos. A ver si ahora resulta que dar dinero para combatir el sida o la malaria activa el llamado “circuito cerebral de recompensa” en mayor medida que recibir la misma cantidad de dinero para colmar necesidades personales. (Confidencialmente, les confieso a mis queridos lectores que también esto ha sido comprobado en experimentos apoyados en resonancias magnéticas funcionales, aunque recomendaría no divulgarlo todavía para no soliviantar excesivamente a los incrédulos y psicópatas a quienes cuesta admitir o sentir el dolor ajeno.)

El misterio no desvelado todavía es por qué el cerebro trata igual la necesidad afectiva que la física. Todo el mundo entiende que la falta de alimentos y de agua o las temperaturas extremas causan dolor. Pero ¿por qué utiliza el cerebro el mismo sistema neurológico para abordar privaciones y recompensas físicas que privaciones y recompensas morales?

Un equipo de científicos liderado por H. Takahashi de la Universidad de California, en Los Ángeles, sugiere que existen razones evolutivas de supervivencia de la especie que explicarían dicho comportamiento. En los mamíferos –y muy particularmente en los humanos– es muy elevada la dependencia de los recién nacidos, que llegan al mundo desprovistos de los mecanismos necesarios para sobrevivir por su cuenta. El precio pagado por disfrutar de una inteligencia mayor que el resto de los mamíferos cuando se es adulto implica dedicar los siete primeros años de la vida al aprendizaje y a formar la imaginación, en régimen de todo cubierto, por supuesto, incluidos los gastos sanitarios.

Sin la dedicación de un cuidado específico, que sólo puede dimanar de sentimientos y afectos sociales, ningún recién nacido podría sobrevivir. En este sentido, los sentimientos sociales preceden la cobertura de las necesidades físicas y concretas, como dar de comer, calmar la sed o proporcionar la temperatura adecuada. Es muy discutible que sin esos sentimientos sociales pudiera darse luego la compensación física necesaria para sobrevivir. El cerebro acierta en dar a los primeros la misma prioridad que a la segunda. Esta vez, la evolución optó por la alternativa adecuada. Ahora, sólo hace falta que todos nosotros nos comportemos de igual manera. Por lo menos, durante 2010″.

FUENTE: http://www.eduardpunset.es/3729/general/el-cerebro-no-distingue-entre-dolor-fisico-y-emocional

:, , ,

Comments are closed.

BUSQUEDA BLOG