El Flujo
by Marisa on Feb.09, 2012, under Bioenergía, Medicina, Neurociencia, Ondas Alfa
Soy una gran creyente en seguir el flujo de la corriente. Quizá más que seguir me gusta la capacidad de adaptarse a lo que está pasando en cada momento; a inmiscuirse en las palabras de la persona que uno tiene enfrente, a las circunstancias que una nueva situación presenta o sencillamente en aceptar unas condiciones económicas impuestas desde lo más alto pero que pueden incidir en la rutina que cada uno tiene establecido en su día a día y saber lo que hay que hacer para adaptarse. Fluir en una palabra. Lo contrario a fluir es la inercia o la pasividad donde uno no sale de su propio sistema y no interactúa con el exterior, llámese prestar verdadera atención a la conversación con está teniendo con una persona o interesarse por los acontecimientos en el lugar de trabajo o en la propia sociedad. Fluir es tener el modo presente altamente activado.
La revista “New Scientist” publicó ayer el artículo “Zap your Brain into the Zone”, algo así como “Zapea tu Cerebro para entrar en la Zona”, presentando evidencias que ayudan al cerebro a ser mucho más eficiente tomando atajos. Esta escrito en primera persona por Sally Adee, editora tecnológica de la revista quien accedió a realizar pruebas de simulador para comprobar los efectos de una de las técnicas cerebrales que se describen en el artículo. Traduzco los fragmentos más interesantes:
“Estoy en un laboratorio en Carlsbad, California, a la búsqueda de un estado mental escurridizo que se conoce como “flujo”, o el sentimiento de la concentración sin esfuerzo que caracteriza las ejecuciones brillantes en todo tipo de habilidades.
El Flujo es algo abrumadoramente difícil de apuntalar, y mucho más de implementar, pero la riqueza en lo último de la tecnología nos podría permitir conjurarnos con este estado. El plan es dotarnos de un atajo para la virtuosidad, recortando drásticamente la cantidad de tiempo que conlleva conquistar una nueva habilidad, llámase tenis, tocar el piano o tener buena puntería.
Esto traerá buenas noticias a las personas que se aventuran hacia el camino tortuoso de la perfección en la técnica. De acuerdo a la investigación pionera realizada por Anders Ericsson de Florida State University en Tallahassee, normalmente tomarían unas 10,000 horas de práctica ser un experto en cualquier disciplina. Con el tiempo, el cerebro empieza a tejer una riqueza variedad de circuitos que eventualmente permiten ejecutar la habilidad de forma automática, sin considerar conscientemente cada acción. Piensa en la forma que el campeón de tenis, Roger Federer, después de años de entrenamiento, puede airosamente combinar una serie complicada de acciones –manteniendo un ojo en la bola, y el otro en su opuesto, mientras se prepara para lanzar con una fuerza atronadora de su mano derecha- todo en un segundo perfectamente coreografiado.
El Flujo típicamente acompaña estas acciones. Toma un sentimiento intenso tipo ZEN de concentración, con si el tiempo hubiera parado mientras se enfoca en las actividades en curso. La experiencia aflora una y otra vez cuando los expertos describen como se sienten cuando están jugando a lo grande, y los años de práctica favorecen la aparición espontánea de este estado. Y aún así, no tienes que ser un pro para experimentarlo –algunas personas dan cuenta de la misma habilidad para enfocarse en una etapa mucho más temprana de su entrenamiento, sugiriendo que están naturalmente mejor dispuestos en el estado de fluidez que otros. Esta concentración sin esfuerzo incrementa el progreso mientras los sentimientos de alegría que surgen con el estado de fluidez ayudan que el ostigamiento de horas de entrenamiento, poniendo a las personas en línea para futuros éxitos dice Mihaly Csikszentmihalyi de Claremont Graduate University en California. Inversamente, su investigación en los estados de flujo de los niños muestran que, en sus palabras, ”los jóvenes que no disfrutaron la búsqueda de la asignatura o donde tenía talento, ya sea matemáticas o música, pararon de desarrollar sus habilidades y revirtieron a la mediocridad”.
Pese a papel potencialmente crucial en el desarrollo del talento, muchos investigadores han estimado el estado de flujo demasiado resbaladizo de pillar – mezclado con unas connotaciones meditativo-místicas. Al final de los 70, Csikszentmihalyi, psicólogo por aquel entonces de la University de Chicago, ayudó a cambiar la perspectiva, mostrando que este estado se podía definir y estudiar empíricamente. En una investigación transcendental, entrevistó a unos pocos cientos de personas con habilidades especiales como atletas, artistas, jugadores de ajedrez, alpinistas y cirujanos, permitiéndole localizar cuatro rasgos claves que caracterizan el Flujo:
Lo primero es una absorción intensa y enfocada que te hacer perder totalmente el sentido del tiempo. Lo segundo es lo que se llama “autotelicity”, el sentimiento de que la actividad en la que te hayas es gratificante por sí misma. En tercer lugar es encontrar el “punto dulce”, un sentimiento de que tus habilidades van perfectamente a la par con las ocupaciones que realizas, manteniéndote en un sentimiento alejado de la frustración o el aburrimiento. Y finalmente, el flujo se caracteriza por la automaticidad, en el sentido de que “el piano se toca solo”, por ejemplo.
Lo que ocurre en el cerebro durante el flujo ha sido de gran interés, pero difícil de medir. Csikszentmihalyi ha sido pionero en el lab usando un electroencefalograma (EEG) para medir las ondas del cerebro de jugadores de ajedrez durante el juego. Se dió cuenta que la mayoría de los grandes jugadores mostraban menos actividad en la corteza prefrontal, que está típicamente asociada con altos procesos cognitivos como la memoria de trabajo -working memory- y la verbalización. Esto puede resultar contra-intuitivo, pero silenciar los pensamientos autocríticos puede dar paso a los procesos automáticos, que arrojarían como resultado esos sentimientos de ausencia de esfuerzo del flujo.
Investigaciones posteriores han confirmado estos resultados y revelado otras rúbricas neuronales del flujo. Chris Berka y su colega de Advanced Brain Monitoring en Carlsbad, California, por ejemplo, investigó las ondas cerebrales de arqueros olímpicos y jugadores de golf profesionales. Unos segundos antes de que el arquero lanzara la flecha o el jugador de golf la bola, el equipo de investigadores vieron un incremento de las ondas alfa, una de las frecuencias que aparece en el ruido eléctrico de las neuronas del cerebro. Este surgimiento de las ondas alfa, dice Berka está asociado con una reducida activación de la corteza, y siempre es más obvio en los expertos que en los novatos. «Pensamos que representa una atención focalizada en el objetivo, mientras otros marcadores sensoriales son suprimidos” dice Berka. Estos estados mentales están acompañados de una respiración y un pulso más lento –tal como uno esperaría en las concentraciones relajadas-.
Definir y caracterizar el estado de flujo está muy bien, pero ¿Podría un novato aprender a apagar sus facultades críticas y enfocar su atención a voluntad? De ser así, ¿Sería con resultados buenos? Gabriele Wulf, una kinesióloga de la University de Nevada en Las Vegas piensa que sí tras su investigación. Ellas y sus colegas encontraron que si las personas mantenían la atención en un punto exterior, alejado del cuerpo, mejorarían sus habilidades. Le pidieron a los esquiadores novatos que hiciesen los típicos movimientos del slalom enfocados en un lugar marcado delante de ellos, mejorarían notablemente sus habilidades. Los jugadores de Golf, que se enfocan en el swing del club tienen un 20% de éxito que aquellos enfocados en sus brazos.
Las investigaciones de Wulf coinciden con la idea de que el flujo –y el buen aprendizaje- viene tras apagar el pensamiento consciente. “Cuando tienes un foco externo, consigues un control de tipo automático”, dice. “No piensas en lo que haces, solo te enfocas en el resultado”.
Es la razón por la que he permitido a Michael Weisend, que trabaja en el Mind Research Network en Albuquerque, New Mexico, enganchar mi cerebro a una batería de 9 voltios. Mete el ánodo –el polo positivo de la batería- en la sien y el cátodo en mi brazo izquierdo. «Vas a sentir un ligero tilín» dice, y me advierte que si me quito un electrodo y se rompe la conexión, el voltaje pasando por mi cerebro me cegará durante unos segundos.
Weisend, que trabaja en el US Defense Advanced Research Projects Agency programme para acelerar el aprendizaje, ha estado usando esta forma de estimulación trans-craneal de corriente directa (tDCS) para reducir el tiempo de entrenamiento de los francotiradores. De los electrodos parte una corriente de 2 miliamperios que recorre la parte del cerebro asociada con el reconocimiento de objetos –una habilidad importante visualmente cuando el atacante peina el escenario.
Se aplica una ligera sacudida eléctrica para despolarizar las membranas neuronales de la región, haciendo que las células se alboroten y respondan a los inputs. Al igual que otros neurocientíficos trabajando con el tDCS, Weisend piensa que esta práctica acelera la formación de las nuevas rutas neuronales durante el tiempo que una persona practica una habilidad o técnica.
Misteriosamente, sin embargo, estos cambios a largo plazo también parecen señalar el comienzo de un sentimiento que emerge tan pronto como la corriente se enciende y es notablemente parecido al estado de flujo. «La primera cosa que oigo a la gente decir después de la tDCS es que el tiempo pasa excesivamente rápido,» dice Weisend. Sus movimientos también parecen que se vuelven automáticos; se sienten en calma, con una enfocada concentración y la ejecución de funciones mejorada inmediatamente.
No está claro porque algunas formas de la tDCS precipitan el estado de flujo. Después de todo, si el tDCS se tratase únicamente de escribir nuevas memorias, sería difícil de explicar la mejora que se manifiesta tan pronto como comienza la corriente.
Una posibilidad es que los electrones de alguna forma reducen la actividad en la corteza pre-frontal, el área que se usa en el pensamiento crítico y que Csikszentmihalyi ha encontrado que muta durante el flujo. Roy Hamilton, un neuroscientífico de la University de Pennsylvania en Philadelphia, piensa que esta puede ser un efecto secundario de algunos tDCS. «Los tDCS pueden tener efectos secundarios mucho más amplios de lo que nos pensamos,» dice. Apunta al hecho de que algunas neuronas pueden mutar las señales de otras células del cerebro en su red, así que es posible que estimular un área del cerebro produzca la reducción de actividad en otro.
Efectos Inciertos
Otros son más escépticos. Arne Dietrich de la American University de Beirut, Lebanon, sospecha que el aprendizaje puede sufrir deterioros si la corteza frontal no está involucrada en la tarea.
En cualquier caso, no todas las formas de tDCS estimulan el flujo. Este debate unicamente se resolverá cuando haya más investigación. Por ahora, estoy intrigada sobre lo que experimenté cuando Weisend conectó la corriente. Inicialmente, siento un tilín y de repente mi boca sabe como si me hubiera tragado una bote aluminio. No reparo en ningún otro efecto. Simplemente me meto en un juego donde lo que hago es derribar a oponente tras oponente. Y tal como 20 atacantes empuñan sus armas hacia mi, tranquilamente dispongo mi rifle, me tomo un momento para respirar profundamente, escojo con cuidado al más cercano y me dispongo a elegir tranquilamente al siguiente.
En lo que parece que no ha pasado el tiempo en absoluto, oigo una voz que me dice «Okay, eso es todo.» Las luces se encienden en el simulador y una mujer entra en la habitación.
Estaba realmente esperando mas atacantes, así que estoy desilusionado cuando empiezan a remover los electrodos. Miro alrededor y me pregunto si alguien ha adelantado el reloj. Sorprendentemente, han pasado 20 minuto. “¿Como he estado?», pregunto al asistente.
Me mira desconcertantemente. «Todos ellos» [eliminado a atacantes]
Mejora Cerebral Diy
Zapearte el cerebro con una corriente puede mejorar todas tus habilidades, desde las matemáticas hasta la puntería pero por ahora, lo máximo que puedes alcanzar es apuntarte a experimentos de algunos laboratorios. Las máquinas que producen corrientes de estimulación trans-craneal directa (tDCS) cuestan unos £5000 el chute, y los fabricantes solo las venden a los investigadores.
Eso no ha parado a una comunidad vibrante de entusistas del tDCS. Sus foros on line están llenos de vivencias con experimentos hechos en casa, incluyendo burradas y errores garrafales que ponen los pelos de punta ya que en un caso, dejó a alguien temporalmente ciego.
¿Que hace que la gente se arriesgue de esta manera? Roy Hamilton, un neurocientífico de la University de Pennsylvania en Philadelphia, piensa que forma parte de una tendencia llamada cosmetic neuroscience, en la cual la gente intenta ajustar sus cerebros a medida para acoplarse a las demandas de un mundo que cambia a gran velocidad. «En una sociedad en la que ambos, los estudiantes y los profesores toman medicinas estimulantes para llegar a la demanda impuesta por las expetativas académicas”, avisa, “la presión potencial para el uso de tecnología que aumente las habilidades cognitivas de todo tipo es muy real».
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Fotos: Jan Oliehoek