MEDICINA CUANTICA

2000 Años de Jesús

by on Feb.16, 2012, under Educación, Los Místicos, Sociología

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Hace ya más de una década coincidiendo con la entrada en el Nuevo Milenio, que la revista norteamericana Newsweek escribió un análisis del efecto que Jesús ha tenido en las sociedades occidentales. Al respecto, nada de lo que el artículo analiza ha pasado de moda. Todo lo contrario; sigue igual de vigente. Creo que muy pocos somos conscientes de la enorme influencia que el mensaje de Jesús tiene en la vida cotidiana. Si bien es verdad que las nuevas generaciones no suelen ser practicantes en su mayoría, las prácticas católicas se han seguido hasta hace bien poquito pues todos contamos con la memoria de tener padres o abuelos que seguían religiosamente las doctrinas establecidas por la iglesia con una variedad de matices. Aún así muchos de los matrimonios siguen realizándose por los ritos católicos y son muchos los padres hoy en día que siguen elegiendo una educación católica para sus hijos, mediante la introducción a los Sacramentos del Bautismo y de la Comunión. Entonces, en el fondo tanta «información» que cargamos en nuestro ADN sigue viva y demostrativa siendo el ejemplo más significativo la pasión y devoción manifiesta en muchas ciudades españolas durante la Semana Santa.

«Los historiadores no registraron su nacimiento. Ni durante 30 años ninguno prestó atención a esto. Un judío de las tierras altas de pastoreo de Galilea con reputación de maestro y sanador, apareció a la edad de 33 en Jerusalen durante la Pascua. En tres días fue arrestado, juzgado y condenado por traición, para ser ejecutado como el más común de los criminales. Sus seguidores dijeron que Dios le resucitó de entre los muertos. Excepto aquellos que creyeron en él, el acontecimiento pasó inadvertido.

Dos mil años después, los mismos siglos se miden de acuerdo al nacimiento de Jesús de Nazaret. Por supuesto es una convención: una ficción y función de la hegemonía cultural occidental que permite contar los días desde el nacimiento de Jesús para todos, cristianos y no cristianos. Para los cristianos, Jesús es la bisagra por la que se abre la puerta de la historia, el punto en el cual sucede la intersección entre la eternidad y el tiempo, el Salvador que redime al tiempo sorteándose todas las cosas. En las puertas del tercer milenio, aproximadamente un tercio de los habitantes del mundo reclaman ser sus seguidores.

Pero siguiendo los estándares seculares, Jesús es la figura dominante de la cultura Occidental. Mucho de todo lo que pensamos hoy día son las ideas de Occidente, las invenciones, y los valores encuentran su fuente o inspiración en la religión que adora a Dios en su nombre. El arte y la ciencia, el individuo y la sociedad, la política y la economía, el matrimonio y la familia, lo correcto y lo incorrecto, el cuerpo y el alma, todos han sido tocados y con frecuencia radicalmente transformados por la influencia cristiana. No todos estos elementos al mismo tiempo, por supuesto y no siempre para bien. El mismo Jesús que enseñaba la paz se usaba para justificar las cruzadas y la inquisición. El mismo evangelio que proclamó fue suscrito para la democracia y para el derecho divino de los reyes. Muchas veces perseguidos, incluso hoy en día, los cristianos han frecuentemente perseguido a otros, incluyendo a otros cristianos.

¿Cómo ha moldeado la cristiandad la forma de pensar en Dios, en nosotros mismos, en como los individuos han de vivir y en la forma de organizarse la sociedad? Tal como los académicos han matizado, hay muy poco en las enseñanzas de Jesús que no se puedan encontrar en las escrituras hebreas. Desde este ángulo, dice el teólogo, Krister Stendahl de Harvard Divinity School, «La cristiandad se convirtió en el Judaismo de los gentiles”. Pero el Nuevo Testamento es principalmente la Sagrada Escritura de Jesús, El Cristo Resucitado como el Señor. Este mensaje fue algo bastante nuevo en su conjunto. Como una supernova, el impacto inicial de la Cristiandad en el mundo ancestro greco-romano produjo un shock expansivo que continua actuando incluso mucho después de desaparecer el Imperio Romano.

Una Nueva Concepción de Dios

Los primeros cristianos eran judíos que enseñaron en nombre de Jesús. Pero Jesús no era todo lo que enseñaban de él. Como judíos monoteístas, creían en un Dios-Padre al cual Jesús fue obediente hasta la muerte. Pero también veneraban a Jesús, como su “único hijo engendrado” concebido a través del poder del Espíritu Santo. Esta experiencia de Dios como tres estaba implícita en el Nuevo Testamento pero desafiaba los esfuerzos de los moldes monoteístas tradicionales. “Preguntando cuestiones griegas de historias hebreas” dice el teólogo, David Tracy de la Universidad de Chicago Divinity School, los padres fundadores de la iglesia desarrollaron una doctrina de Dios que era, y continua siendo, única entre las religiones del mundo. «Todos los monoteístas tienden a hacer de Dios un individuo transcendental que escapa fuera del tiempo y de todas las relaciones.” Tracy observa que “ahora en la ciencia moderna, estamos entendiendo que todo en la realidad esta interrelacionado. La doctrina de la Trinidad dice que incluso la realidad divina en todo su misterio incomprensible es intrínsecamente relacional.” En una palabra, la Cristiandad legó a la cultura Occidental un Dios que se reveló definitivamente en la figura de Jesús, y quien continua redimiendo al mundo, incluso hoy en día a través del Espíritu Santo. El propio Tiempo se transformó: donde los Griegos y Romanos pensaron que el universo era fijo y eterno, la Cristiandad –construida en las profecías hebreas-, inyectó a la Conciencia Occidental la noción del futuro como un trabajo del propio Dios.

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Rompiendo los Límites
En un mundo regido por el destino y las corrientes de los caprichos de los dioses, la Cristiandad trajo la promesa de la vida eterna. En el núcleo de la fe cristiana estaba la aseveración que el Jesús crucificado fue resucitado por Dios y presente en la iglesia como “el cuerpo de Cristo”. El mensaje era claro sometiéndose a la muerte, pues Jesús la había derrotado, y por tanto haciendo la vida eterna un regalo disponible a todos. Esta afirmación cristiana radicalmente cambió la relación entre los vivos y los muertos tal como los griegos y romanos lo entendieron. Para ellos, solo los dioses eran inmortales, eso es lo que los hacía dioses. Los filósofos pueden alcanzar la inmortalidad del alma, tal como Platón lo enseñó, pero la visión que transcendió en el pueblo era que la conciencia humana perduraba en el oscuro y carente de emoción mundo de Hades. “La resurección es una respuesta enorme al problema de la muerte”, dice el teólogo de Notre Dame, John Dunne. «La idea es que el cristiano va con Jesús a través de la muerte a la vida eterna. La muerte es un acontecimiento, como la vida, que se sobrevive”.

Una vez que la muerte pierde su poder sobre la vida, la propia vida tomó un significado distinto para los creyentes. El sociólogo Rodney Stark de la University de Washington ve una evidencia dramática de esto en el alto grado de supervivientes cristianos durante las plagas que repetidamente azotaron a los ciudadanos del antiguo Imperio Romano. «Los romanos tiraban a la calle a la gente al primer síntoma de enfermedad, porque sabían que era contagioso y tenían miedo de morir,” dice Stark. «Pero los Cristianos se quedaban y cuidaban de los enfermos. Solo podías hacer eso si pensabas, ¿Y que si muero? Tengo vida eterna.»

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De hecho, aquellos que fueron martirizados por la fe fueron reverenciados como santos y en el cielo, considerados “amigos de Dios” quien podían interceder por los fieles de abajo. Sus huesos se convirtieron en reliquias, y sus tumbas sitios de pelegrinaje. Así, el culto cristiano creó multitud de santos, reverenciando sus cuerpos que confundió a la élite romana. “Vosotros seguís añadiendo muchos cuerpos recientemente fallecidos al cuerpo de Cristo, fallecido hace mucho tiempo”, se quejó el Emperador Julian, un perseguidor de los cristianos del siglo cuarto. «Habéis llenado el mundo entero de tumbas y sepulcros”. Con el tiempo, las iglesias se construyeron sobre las tumbas de santos (La basílica del Vaticano de San Pedro es el ejemplo más notable) y los cementerios se convirtieron en las ciudades.

La Inversión de Valores
Como el símbolo de la nueva religión, la cruz significó mucho más que la victoria cristiana sobre la muerte. También simbolizó una inversión de las normas aceptadas. El sufrimiento era noble más que algo meramente patético cuando se aceptaban imitando al Cristo crucificado. El perdón, -incluso a los enemigos de uno- se convirtió en el símbolo del verdadero cristiano. Más radical incluso, Jesús enseñó que en el reino de Dios, el último era el primero, y el primero el último. «En el Nuevo Testamento, encuentras a Jesús frecuentando mucho más con los vagabundos que con los gobernantes, con los enfermos más que con los sanos, con las mujeres y los niños más que con los conquistadores, las prostitutas y los leprosos más que con la gente religiosa e importante» dice Martin Marty, director del Public Religion Project de la Universidad de Chicago.

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La cristiandad también desafió las nociones prevalentes de la vida virtuosa. Donde Aristóteles había incidido en la prudencia, la justicia, el valor y la templanza como los virtudes propias de la buena vida, Jesús enalteció la bienaventuranza de la humildad, la paciencia, y la paz en su sermón de la Montaña. Donde Buda enseñó la compasión como una actitud de la iluminación, Jesús demandó hechos: «En verdad te digo, si hiciste algo a mi hermano, me lo hiciste a mí.» En tiempos Romanos, la compasión Cristiana se manifestaba en asuntos especiales tales como con las viudas, los huérfanos, los ancianos y los débiles. Cuando se le ordenó a San Lorenzo, un antiguo mártir Cristiano y patrón de la iglesia naciente, que enseñase los tesoros cristianos a las autoridades Romanas, les enseñó a los hambrientos y a los enfermos. Veinte siglos después, se puede ver la misma actitud en los trabajos de personajes excepcionales como Dorothy Day y la Madre Teresa. «La idea”, dice Marty, es «que los pobres son mis maestros.»

Descubriendo la Individualidad
Si, como Harold Bloom ha argumentado ultimamente, Shakespeare «inventó al humano,» puede decirse que la Cristiandad “descubrió” al individuo. En el mundo antiguo, los individuos eran reconocidos como miembros de tribus o de naciones o de familias, y se comportaban de acuerdo a esas leyes. Para los Judíos, esto significaba –y significa-, que la relación de uno con Dios depende de los contratos que ha hecho con Israel como su pueblo elegido. Pero las escrituras están repletas con escenas en las cuales Jesús trabaja uno a uno, sanando una mujer, perdonando los pecados de un hombre, y llamando cada uno a la conversión personal. El invita a los Judíos y a los Gentiles por igual a entrar en el reino de Dios.» La Cristiandad descubre la individualidad en el sentido que remarca la conversión personal,“ dice Bernard McGinn. «Esto es una contribución crucial a la civilización Occidental porque redime al individuo de los constreñimientos absolutos de la familia y la sociedad.”

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El sentido de uno mismo se profundizó. La oración se hizo más personal. Tal como Jesús enseñó, Dios podía ser implorado como “Abba, el equivalente de Padre”. Pero así como la posibilidad de intimidad con Dios aumentó, lo hizo el sentimiento interior de indignidad. Como un moralista, Jesús, sentó el listón alto: aquellos que incluso miraran a la mujer de otros con deseo sexual, cometerá “adulterio en el corazón”. Con la evolución de la Iglesia Católica vino la práctica de la confesión personal y al arrepentimiento. Y las confesiones de San Agustín (354-430), tenemos el primer gran documento de la historia de lo que Stendahl ha llamado «la Conciencia introspectiva de Occidente.» Una figura de estatura cuyas sombras perduraron a través del medievo y tocó al atormentado Martin Lutero, San Agustín continua siendo en nuestros días el padre de la autobiografía, el primer psicólogo y autor que anticipó un milenio y medio antes, las explotaciones modernas de la autoconsciencia individual.

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En las sociedades romanas y judías, las mujeres fueron consideradas inherentemente como seres inferiores a los hombres. Los maridos podían divorciarse de sus mujeres pero no asimismo las mujeres. En círculos rabínicos, solo a los hombres se les permite estudiar el Torah. Jesús desafió estos dictámenes. Aunque solo llamó a hombres a ser sus discípulos, Jesús fácilmente aceptó a las mujeres en su círculo de amigos y discípulos. Rehusó el divorcio excepto en casos de adulterio.

Los primeros cristianos siguieron su ejemplo. Es sus inicios por lo menos, la iglesia se esforzó por ser una sociedad igualitaria: “en Cristo”, escribió Pablo “no hay un judío ni un griego, ni un hombre esclavo ni libre, ni hombre ni mujer.»

El papel de las mujeres en la Cristiandad fue una razón de peso del crecimiento tan rápido en comparación con otras religiones del imperio romano. Y así, muchas mujeres, y continua los mimo hoy en día, son cristianas. La nueva religión ofreció a las mujeres no solo un status e influencia de mayor relieve sino mayor protección como madres y esposas. Para empezar la iglesia eliminó la práctica común de casar a las niñas a la edad de 11 o 12 años con hombre mucho mayores. El resultado fue un “matrimonio mas simétricamente fortalecido” dice el sociólogo Stark. Además, la cristiandad siguió con la herencia judía honrar profundamente el matrimonio. Con el tiempo, la iglesia católica convirtió el matrimonio en un sacramento, declarando el enlace entre hombre y mujeres cristianos indisoluble.

Un desafío mucho mayor a las costumbres sociales del mundo antiguo, fue el dar la bienvenida a vírgenes, tanto hombres como mujeres, que consagraron su vida a Cristo. De esta forma, dice McGinn, un cristiano consagrado virgen, “rompió los vínculos por los cuales las familias mantenían el control de sus miembros” – especialmente las mujeres. Por tanto, la cristiandad hizo posible el celibato masculino y femenino para proclamar una vida completa y una identidad apartada del matrimonio y la procreación.

La iglesia también protegió a los niños de los designios de los padres tiranos. Bajo la ley romana, los padres podían y frecuentemente cometían infanticidio. Los bebés femeninos era especialmente vulnerables pues no se les consideraba más que un dispendio. Como resultado del estudio de lápidas mortuorias de Delphi, dice Stark, sabemos que entre 600 familias de clase alta, “solo media docena tuvieron más de una hija.” Desde el principio, los cristianos se opusieron al aborto, defendiendo a los dos, la madre y el bebe de los procedimientos bárbaros que dejaban a la mujer muerta o estéril.

De una forma menos directa, la cristiandad también transformó la masculinidad de acuerdo a la visión ancestral. En lugar de la imagen dominante del hombre como el guerrero, Jesús, aconsejó a los hombres ser hombres de paz, “de poner la otra mejilla” más que vengarse. «Una mujer enseñando que la gente fuera paciente, mansa, y blanda hubiera sonado exactamente como una mujer”, dice Michael Novak, quien hubiese sido desacreditada por los hombres. Pero creer, como lo hacían los cristianos que este era el hijo de Dios hablándoles significaba que nunca podrían ir a la guerra con una conciencia limpia.

Oposición A la Guerra
La no violencia era algo fácil de promulgar en tanto en cuanto los cristianos no tuvieran ningún poder. Tal como observa Jaroslav Pelikan, «ellos nunca se imaginaron que el Cesar se convirtiera a cristiano”, pero si lo hizo Constantino en el 312- y mucho menos que se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano. Con este establecimiento vino al poder de abolir las guerras y de acabar con los herejes. Pero en el Oeste, tal como la Roma “eternal” cayó ante los invasores del Norte, San Agustín impuso una reglas estrictas si la conducta bélica se daba entre estados para que se considerase justa. Entre otros principios desarrollados en su monumental “La ciudad de Dios”, San Agustín dijo que solo las guerras defensivas estarían justificadas. Deberían ser breves, un recurso de última instancia y nunca para la explotación o el beneficio. La Guerra nunca debía de ser excesiva sino siempre proporcional a sus objetivos. Los no combatientes tendrían que estar exentos del sufrimiento y una vez finalizada la Guerra, el objetivo de los vencedores era la paz, no la venganza.

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Mientras los principios justos de Guerra de San Agustín nunca previno las guerras –incluidas aquellas en nombre de Jesús-, han inspirado por lo menos a través de los siglos, a ciertos hombres de estado a que las guerras fueran menos bárbaras. Aunque estamos muy lejos de la no violencia. «Pero antes de Cristo,» anota Stark, «los conquistadores masacraban a las personas por puro gusto. «

Irónicamente, una vez que la Cristiandad de identificó con el estado, muchos Cristianos encontraron muy difícil seguir a Cristo que antes de ser una secta perseguida. Con el fin de escapar de un mundo cada vez más mundano y una iglesia expuesta a peligros, muchos Cristianos se fueron al desierto –tal como habían hecho sectas Judías anteriormente-, donde podrían vivir en absoluta pobreza, castidad y obediencia. Estas se convirtieron en la base de la Regla de San Benedicto- “Uno de los documentos más influyentes de la civilización Occidental”, de acuerdo a Pelikan—que estableció comunidades monásticas como sitios excluidos para aquellos llamados a participar al completo a la vida de Cristo.”

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Los efectos del monasticismo en la sociedad Occidental no pueden ser en absoluto minimizados. Durante más de un milenio, los monasterios produjeron santos que establecieron las formas diversas del misticismo cristiano y la espiritualidad que está tan de moda hoy en día. Los monjes fueron asimismo los grandes reformadores de la iglesia, llamando a filas a los papas por su mundanidad y convirtiéndose ellos mismos en papas. A través de los ejemplos de los monjes, el celibato se convirtió en un requisito en los obispos de Oriente y eventualmente de todos los curas de Occidente.

Monjes y Modernidad
Fueron los monjes lo que se convirtieron en los grandes misioneros de la Cristiandad, plantando la iglesia en Inglaterra, Irlanda y otros lugares de la –no eternal Roma-. Tal como los bárbaros desmantelaron el imperio, los monjes copiaron y con el tiempo divulgaron el latón clásico y así preservaron mucho de las civilizaciones antiguas y sentaron las bases de la nueva.

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También crearon música y cánticos, liturgias magníficas y manuscritos altamente iluminadores. En la llamada “Edad Oscura” –el Medievo-, una ficción creada por los filósofos anti-religiosos de la Iluminación Francesa, fueron los monjes quienes fundaron las primeras universidades en ciudades como Paris y Bolonia. Fue el fraile dominicano, Santo Tomás de Aquino, quien coronó la Edad Media con sus imponentes síntesis de filosofía y teología, la «Suma Teológica». Y fue otro monje, Martin Luther, quién fundó la reforma protestante.

Una medida de la influencia Cristiana en la cultura Occidental es la extensión con la cual las innovaciones en el contexto secular han permitido a la iglesia sobrevivir. La ley es el principal ejemplo. Muchas de los cánones legales medievales se han convertido –la mayoría de veces inadvertidamente-, en la leyes de estado”, dice Harold Berman, profesor of Derecho emérito de Harvard Law School. «Y muchas de las reformas legales de los papas del Medievo promulgando directrices de respeto perduran incluso siete u ocho siglos después”. Entre ellos, procedimientos de juicios racionales, que reemplazaron juicios por mandato; la necesidad de consentimiento como la fundación del matrimonio; la necesidad para demostrar la intención maliciosa para una condena de crimen, y la protección legal del pobre frente al rico.

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El legado de la Cristiandad medieval, tuvo su parte más oscura también. Desde el día cristiano 800, cuando el Papa Leo III coronó a Carlomagno como «Emperador del Imperio Romano”, la política y la religión raramente se separaron. Los resultados fueron como mucho mixtos. Si los poderes seculares no hubieran derrotado a la Cristiandad, Europa podrían ser perfectamente ahora Musulmana. Pero las cruzadas para rescatar la Tierra Sagrada a los Turcos se convirtió en excusas para que matones reclutados saqueasen las tierras. Una vez que la iglesia y el estado se unieron, cualquier acción militar podía estar justificada.

Aunque el Nuevo Testamento no deja reseñas de la sociedad Cristiana, la Cristiandad medieval fue un largo esfuerzo de construir una. La doctrina que la iglesia predicaba era la doctrina que el rey hacía cumplir. Incluso San Agustín concluyó a regañadientes que el brazo secular de la sociedad podía ser usado para aplastar a los herejes. Actuando bajo la premisa que el error no tiene derechos, la iglesia creó la Inquisición, mandando escuadrones itinerantes de Franciscanos y Dominicos para cazar a herejes. En 1252 el Pop Inocencio IV permitió la tortura a los sospechosos. Los culpables fueron encarcelados y algunas veces asesinados. Dos siglos después, los monarcas españoles Isabel y Fernando, crearon una inquisición paralela con el fin de descubrir y desmantelar a los judíos y musulmanes que practicaban en secreto sus religiones. Incluso los ancianos y niños fueron torturados, y sus descendientes privados de acudir a las universidades y despachos públicos. En siglos posteriores, las inquisidores ampliaron su lista de herejes hasta incluir a protestantes y practicantes de brujería. En suma, la Inquisición permanece como un monumento a la intolerancia religiosa y un recuerdo de lo que puede pasar cuando la religión y el estado se unen.

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La Reforma desbarató a los Antigua Cristiandad pero también desplegó nuevas energías. Los Protestantes tradujeron la Biblia a las lenguas vernaculares y animaron a sus fieles a leerla y a iniciarse. Desde Europa, los misionarios Cristianos se dispersaron por Asia, Africa, y América. En muchos casos, era una cuestión de la cruz siguiendo a la bandera – una bendición vergonzosa del imperialismo y colonialismo-.

Pero hay otras formas de medir el impacto misionero. Desde los Jesuitas del Siglo 16 a los Protestantes del Siglo 19, los misioneros desarrollaron lenguas escritas para muchos indígenas que no tenían nada –sin mencionar la gramática y los diccionarios-. De esta forma, los misionarios católicos y protestantes «preservaron las culturas locales que de otra forma hubieran sido engullidas por fuerzas globales”, dice Mark Noll, profesor de historia de Wheaton College. Los misionarios también establecieron una infinidad de escuelas y hospitales, llevando la literatura y la medicina moderna a aquellos que las élites indígenas ignoraban. » Nelson Mandela,» anota Noll, «es un graduado de dos escuelas misioneras.»

Tal como el mundo se mueve en el tercer milenio, la Cristiandad parece apartada del movimiento inicial de Jesús. Y todavía, el mismo evangelio se enseña hoy en día. Los cristianos continúan siendo perseguidos; en el siglo 20 hubieron muchos más mártires –especialmente durante Hitler y Stalin-, que todas las víctimas de los césares combinadas. Pero las diferencias que ha creado el tiempo son sorprendentes. La era Europea post Cristiana parece espiritualmente exhausta. En los Estados Unidos, el secularismo es la ideología reinante. Sin embargo, hay más unidad entre los Cristianos ahora que en ningún otro tiempo tras la Reforma. A pesar del Holocausto –o por él-, “la gente a quien Jesús perteneció”, tal como o explica Pelikan, ya no son los enemigos espirituales. La ciencia y la religión, una vez enfrentadas como perfectas adversarias, están ahora a hablarse una a la otra: el orgullo desmesurado de la Ilustración ha llegado por fin a su fin.

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De acuerdo a los números, ya está claro, que el futuro de la Cristiandad está en manos de las Iglesias jóvenes de Africa, los Hispanos de América, y ¿quién sabe? De los millones de partidarios incondicionales cristianos en China. La Cristiandad también acoge la sociedad más diversa conocida a la humanidad. Pero las nuevas ideas y formas que el evangelio inspirará espera a las puertas del tercer milenio. Del futuro, el Libro de las Revelaciones (Apocalipsis), solo dice “Espera, hago todas las cosas nuevas”.

FUENTE:

Newsweek

Foto portada:

Weesweek

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