MEDICINA CUANTICA

De los Dioses a los Neurotransmisores

by on Oct.08, 2009, under Medicina, Medicina Natural, Psicología

La felicidad, el bienestar, el placer…Máximas aspiraciones de nuestra vida, que a veces se consiguen en las cosas más insignificativas y que otras perseguimos en los proyectos más ambiciosos. Venimos dándole vueltas al tema de la felicidad desde hace miles de años. Tales de Mileto, uno de los llamados “siete sabios de la Antigüedad”, que vivió entre los siglos VII y VI A.C., afirmaba que es sabio o feliz “quien tiene un cuerpo sano, fortuna y un alma bien educada.” (Diógenes Laercio I, 1, 37). Desde los pensadores de la Antigüedad hasta el último descubrimiento de las neuronas, miles y miles de páginas llenan las bibliotecas para hacernos teóricamente comprensible aquello que tantos esfuerzos nos cuestan llevar a la práctica en nuestra vida cotidiana.

Y aunque desde que este sabio pronunciara la frase que acabamos de citar otros filósofos, médicos, profetas, y poetas han querido sentar cátedra o, simplemente, aportar su granito de pensamiento al concepto de felicidad, no podemos dejar de pensar, leyendo la frase de Tales de Mileto, que ésa (“Quien tiene un cuerpo sano, fortuna y un alma bien educada”) es una definición que bien nos valdría para establecer de los que actualmente entendemos como felicidad. (…)

Y es que tras los descubrimientos de la genética, de los neurotransmisores y de la farmacología, los conceptos de felicidad, bienestar y placer han tenido que reformularse varias veces en las últimas décadas. Ahora, no podemos dejar de hablar de ellos sin incluir, en la ecuación con la que pretendemos sintetizar lo que esto son y significan, la dopamina, la serotonina y las endorfinas.

Quizás estés ya más o menos familiarizado con los neurotransmisores, sustancias sintetizadas por las neuronas del sistema nervioso, que actúan como transmisor químico de la información nerviosa. Así, como si fueras un experto neuropsiquiatra, entiendes que los antidepresivos más modernos, como los inhibidores selectivos de la recapitulación de la serotonina (un neurotransmisor con el que nos interesa mantener unas relaciones cordiales y sobre todo, fluidas) consiguen que haya mayoes niveles de serotonina al inhibir su captación. De este modo, a mayor nivel de serotonina, menor sentimiento de tristeza, de apatía.

Otto Loewi fue el primer científico que en 1921 descubrió el primero de los neurotransmisores, la acetilcolina, y como es lógico, se llevó esa gloria y de paso un Nobel por lograr uno de los avances para la medicina moderna. Cúan diferente se entendía el funcionamiento de nuestra vida psíquica antes de ese descubrimiento. Hace más de dos mil años, Hipócrates, el denominado “pader de la medicina”, hablaba de los cuatro humores del cuerpo. Para él, la enfermedad era el resultado del desequilibrio de los cuatro humores del cuerpo (sangre, flema, bilis amarilla, y bilis negra), que, a su vez, estaban relativamente con los cuatro elementos de la naturaleza (aire, tierra, agua y fuego). Según Hipócrates, la armonía de los cuatro elementos estaba regulada por la fuerza de la naturaleza, lo que él, denominaba la Vis naturae. Más adelante en la Edad Media, los locos aren tenidos por poseídos, a los que a veces se marginaban y otras se utilizaban como presuntos intermediarios con el Más Allá. En cambio, ya a caballo entre el siglo XVIII y el XIX, el psicólogo alemán John Francis Gall, afirmaba que era posible conocer la personalidad de alguien atendiendo a la forma de su cráneo.

Podemos afirmar que a finales del siglo XIX la frontera, por tanto, era el cráneo. Si, hablando en términos generales, los griegos buscaban en la naturaleza, la Europa medieval en Dios y la comunidad científica del XIX en la cabeza, pero sin aventurarse a entrar mucho en ella, hoy día hemos sido capaces de llegar a las piezas más básicas de nuestro cerebro.

Otra nueva revolución en nuestra forma de interpretar nuestras emociones y nuestra vida psíquica llegó con el descubrimiento realizado a principios de los años setenta en Aberdeen. Conocemos con más detalle el apasionante camino que siguieron los descubridores de las endorfinas. Ahora nos interesa la meta a la que llegaron; es decir, saber qué son y cómo actúan las endorfinas. EL nombre ya dice mucho pues hacen referencia a endo (interior) y a las morfinas, un alcaloide del opio que tienen un efecto muy potente para mitigar el dolor. Por tanto, ya está la ecuación del nombre resuelta: las endorfinas son unas morfinas endógenas (es decir, que produce nuestro cuerpo.)

Para entender el funcionamiento del organismo humano hay que estudiar multitud de procesos bioquímicos que se producen en él: la regulación del tráfico de neurotransmisores, las glándulas hormonales, etc. Todo ello conforma un complejo sistema en el que cuando una de las partes deja de funcionar correctamente puede afectar al equilibrio de todo el sistema y a nuestra salud física y psíquica. Y, en esta maquinaria que es nuestro cuerpo, las endorfinas juegan un papel protagonista en la mitigación del dolor y en la posibilidad de que te sientas mejor.

Básicamente, las endorfinas son unas sustancias químicas que produce nuestro organismo y que tienen un efecto parecido al de las morfinas, pues mitigan el dolor. Repartidos por todo nuestro organismo (cerebro, riñones, corazón…aunque no de un modo uniforme) se encuentran los receptores de las endorfinas. Cuando los receptores las acogen, las membranas celulares se despolarizan parcialmente lo que implica que la velocidad de transmisión disminuya. De esta forma, se produce el efecto analgésico, es decir, se mitiga el dolor y te invade una agradable sensación de bienestar.

Desde que a mediados de los setenta se descubrieran las endorfinas, ha sido posible explicar muchos fenómenos que hasta el momento se daban por inexplicables o a los que se aplicaban hipótesis que simplemente “parecían” ciertas. Uno de los fenómenos que más llevaron de cabeza a los científicos durante mucho tiempo, fue el efecto placebo. (…) Hasta hace no mucho tiempo, la economía se conformaba con la explicación de que este fascinante fenómeno se debiera a una suerte de autosugestión. Pero el doctor J. Levin, pudo demostrar que en el efecto placebo intervenían en realidad las endorfinas. Por ello, y a pesar, como decíamos, de la multitud de procesos que regulan nuestro organismo, saber cómo sacarle partido a las endorfinas puede ayudarte a sentirte mejor y disfrutar más de los placeres que te ofrece la vida.

FUENTE:  Extracto del libro ENDORFINAS, la droga natural de la felicidad, de Pepe Landázuri



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