MEDICINA CUANTICA

Enhorabuena Noble Cirac

by on Oct.04, 2010, under Artículos de Ciencias, Cuántica, General, La Ciencia, La Física, Los Campos Energéticos, Tributo a los Héroes

Aunque creo que cada vez está mas en desuso ser patriótico puesto que el intercambio de culturas que nos ofrece la sociedad de contínuo a través de la globalización nos hace asimilar que no hay tanta diferencia entre un neozeolandés, un sudafricano, un chino o un alicantino, (somos todos personas al que nos afectan e inquietan basicamente las mismas cosas y al que a todos nos hacen reir los payasos), es al mismo tiempo hora de que nosotros los españoles no miremos al exterior a la hora de alabar las cosechas que honran al ser humano.  Las victorias que actualmente nos proporcionan orgullo a escala mundial no solo vienen de la mano de los grandes deportistas que tenemos sino también de la mano de la ciencia.  FELICIDADES SR. CIRAC.  Eres un orgullo para España -con o sin próximo reconocimiento Nobel-.  Mi enhorabuena por tu grandeza HUMANA.    

«Un hombre normal que hace cosas excepcionales. Así define un colega y amigo a Ignacio Cirac, el principal candidato español a ganar un Nobel científico. El físico, que dirige un importante instituto de investigación en Alemania, se ha erigido en una autoridad mundial en física cuántica

Ignacio Cirac tenía a los 30 años lo que muchos jóvenes aspiran a conseguir en España: un trabajo que le gustaba, un buen sueldo, una plaza de funcionario. Pero hizo lo que pocos jóvenes españoles hacen. Renunció a toda aquella seguridad, a su plaza en la universidad, y se marchó con su familia a la aventura. A la pequeña ciudad de Innsbruck, en Austria, de apenas 140.000 habitantes en el corazón del Tirol, a explorar nuevas fronteras de la física con el equipo de Peter Zoller. “No sabía nada de alemán”, recuerda ahora. “No sabía si me adaptaría.”

Quince años más tarde, Cirac está considerado uno de los máximos candidatos a conseguir el premio Nobel de Física, que se falla el 5 de octubre. Ya el año pasado, la consultora Thomson Reuters situó a Cirac y a Zoller en el primer lugar de la lista de aspirantes por sus trabajos pioneros en información cuántica. Thomson Reuters acertó en el pronóstico del Nobel de Medicina, pero erró en el de Física.

El también físico Maciej Lewenstein, que ha trabajado con Cirac desde 1992 y ahora le considera “casi un hermano”, le define como “un chico normal que hace cosas excepcionales”. Un chico normal que disfruta jugando al fútbol –“a veces hacemos partidillos y se hincha a marcar goles, es muy buen futbolista”–, a quien gusta la música rock de los años 80 y con quien “es muy divertido trabajar; se toma muy en serio su trabajo, pero al mismo tiempo puede estar haciendo bromas”, dice Lewenstein. “A veces hasta le da por hablarme en polaco, que es mi lengua materna.”

Nacido en Manresa (Barcelona) en 1965, Cirac estudió Física en la Universidad Complutense de Madrid y en 1991 obtuvo plaza de profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha en Ciudad Real. De ahí pasó a la Universidad de Colorado (Estados Unidos), donde coincidió por primera vez con Peter Zoller y con Maciej Lewenstein y donde permaneció dos años antes de regresar a Ciudad Real. Zoller, que había quedado impresionado trabajando con él, lo reclutó para la Universidad de Innsbruck en 1996. Cinco años más tarde, reconocido ya como una estrella emergente de la física, fue fichado para dirigir el Instituto Max Planck de Óptica Cuántica en las afueras de Munich (Alemania), donde sigue trabajando en la actualidad.

Quienes han trabajado con él destacan su creatividad, su capacidad de generar ideas nuevas, de pensar cosas que no se le han ocurrido a nadie antes. También destacan que su trabajo abarca múltiples áreas de la física. “Hay físicos que son muy buenos en lo suyo, pero que trabajan en un campo pequeño. Hay otros que tienen una visión más amplia, pero no profundizan tanto en un campo concreto. Ignacio tiene las dos virtudes. Tiene profundidad y tiene perspectiva. Esto es lo que le permite crear corrientes nuevas dentro de la física”, resume Romain Quidant, investigador del Icfo que trabaja con Ignacio Cirac en un proyecto para observar efectos cuánticos en seres vivos.

Lluís Torner, director del Icfo, añade que “tiene una capacidad extraordinaria para poner orden en la complejidad”. “Cuando aparecen muchos datos en los experimentos, hay mucho ruido de fondo, y a otros físicos nos cuesta interpretarlos –dice–. Ignacio tiene el don de entender al primer vistazo qué es importante. Esta capacidad de discriminar los datos esenciales de los accesorios, de ver no sólo lo que hacen las partículas sino qué significa lo que hacen, es una virtud muy rara”.

Cirac es en cierto modo un Xavi Hernández de la física, el jugador que hace fácil lo difícil; pero también el que reparte juego al resto del equipo, el que ayuda a brillar a los otros jugadores. El físico Rolf Tarrach, que intentó ficharle para la Universidad de Barcelona, después fue presidente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y hoy es rector de la Universidad de Luxemburgo, recuerda que “hace unos años, cuando dimití del CSIC, me invitó a pasar una semana en el Instituto Max Planck, cosa que personalmente me ayudó, y me quedé maravillado al ver cómo trata a los otros investigadores: siempre tiene tiempo para ellos, les ayuda a que sean ellos mismos los que hagan los progresos, les ayuda a crecer como científicos y no les roba las ideas. En el mundo de la física no todo el mundo es así”.

Romain Quidant, que considera a Cirac uno de sus maestros, confirma que “es muy generoso en su manera de trabajar; yo sólo soy un joven físico, y él es una figura. Pero nunca le he visto adoptar una posición de superioridad, lo cual no es habitual en científicos de este nivel. Tampoco le he visto nunca guardarse datos para beneficiarse del trabajo de otros. Al contrario, comparte mucho su trabajo para ayudar a los demás. Y tiene mucha paciencia para explicar las cosas, porque hay cosas que para él son evidentes y para otros físicos no lo son”.

Rolf Tarrach cuenta una anécdota que refleja la personalidad de Cirac. Ocurrió en un congreso en Oviedo hacia 1995. “Yo entonces aún no le conocía –recuerda Tarrach–. Nos presentaron y empezamos a hablar de física. Yo era catedrático, y él era muy joven, así que al principio yo pensaba que sabía mucho más que él. Pero después, cuando ya nos habíamos despedido, vi que me había equivocado. Había hecho dos o tres comentarios realmente brillantes. Pero los había hecho con tanta naturalidad, sin ninguna ostentación y sin ningún afán por demostrar nada, que tardé un rato en darme cuenta de lo bueno que era.”

“Ignacio es de lo mejor que hay como físico y de lo mejor que hay como persona”, resume Rolf Tarrach. “Por eso todo el mundo le quiere y todo el mundo quiere trabajar con él.” Este “todo el mundo” incluye a algunos de los mejores estudiantes de Física Cuántica del mundo, que le envían currículums con la esperanza de incorporarse a su equipo. Cirac ha creado así una cantera de físicos brillantes que hoy lideran la investigación en óptica cuántica en Europa, América, Asia y Australia.

Pero también físicos consolidados, directores de centros de investigación y responsables de universidades acuden a Cirac. “Yo le he visto en reuniones con premios Nobel, y esperaban a que hablase Ignacio porque, con los mismos datos, ve lo que otros no vemos. Siempre se le escucha con atención”, explica Lluís Torner, director del Icfo.

Esto explica que Cirac sea hoy profesor invitado y asesor, no sólo del Icfo, sino también de la Universidad de Harvard (EE.UU.), del Instituto de Tecnología de Massachusetts (EE.UU.), del Instituto Perimeter de Física Teórica de Waterloo (Canadá) y del Centro de Tecnologías Cuánticas de Singapur. Y que pase gran parte del año viajando, aprovechando los vuelos para preparar artículos científicos, repasar trabajos de otros físicos y reflexionar sobre sus investigaciones teóricas. “La mejor manera de que un viaje largo se te haga corto es trabajar”, dice. “Por lo menos, para mí que me encanta mi trabajo. Tengo la gran suerte de que me pagan por hacer lo que me gusta.”

De todas sus investigaciones, la que más trascendencia ha tenido es haber sentado las bases para construir ordenadores cuánticos, que es la investigación por la que es candidato al Nobel. El proyecto del ordenador cuántico era una idea teórica hasta que Cirac y Zoller demostraron en 1994 cómo se podía llevar a la práctica. Su descubrimiento abrió un nuevo campo de investigación en el que hoy trabajan cientos de físicos.

“Un ordenador cuántico podrá hacer cosas que están fuera del alcance de cualquier ordenador actual”, explica Cirac. Hoy en día, la estrategia para aumentar la potencia de los ordenadores es trabajar a escalas cada vez más pequeñas. “Hemos pasado de trabajar a escalas de una micra (una milésima de milímetro) a escalas de un nanómetro (una millonésima de milímetro). Pero si seguimos miniaturizando, las leyes de la física que explican el mundo a escala macroscópica dejarán de funcionar y entraremos en el reino de la física cuántica.”

Este reino es un país de las maravillas en el que las partículas actúan de manera desconcertante. Por ejemplo, pueden estar en dos lugares distintos al mismo tiempo. O bien lo que le ocurre a una partícula puede afectar de manera instantánea a otra partícula que se encuentra a cientos de kilómetros de distancia. Es como si estuvieran unidas pese a estar separadas. Entre físicos se dice que están entrelazadas.

En este extraño, reino Cirac se siente cómodo. “Las leyes de la física cuántica son antiintuitivas”, admite. “Pero cuando uno trabaja en esto cada día, acaban resultando familiares.” Las compara con las leyes del electromagnetismo, que al principio también resultaban sorprendentes y hoy a nadie le extraña ya que una persona en España pueda hablar por teléfono con otra que está en Australia o que pueda ver en directo un gol marcado en Sudáfrica.

Con los ordenadores cuánticos, añade Cirac, “el punto importante es que, si seguimos miniaturizando, lo que ganaremos ya no será más velocidad al procesar la información”. “Ya no será –añade– una mejora cuantitativa como la que hemos tenido en las últimas décadas con los ordenadores clásicos, sino que se producirá un salto cualitativo, una manera totalmente nueva de procesar la información. Lo que puede ocurrir a partir de allí es imprevisible. Los ordenadores del futuro harán cosas que no podemos ni imaginar, del mismo modo que los teléfonos actuales hacen cosas que nuestros bisabuelos nunca hubieran imaginado.”

Aunque nadie tiene aún un ordenador cuántico en su casa, ni es probable que lo tenga a corto ni a medio plazo, ya han nacido las primeras empresas que ofrecen productos basados en las investigaciones de Cirac y Zoller. Concretamente, ofrecen a bancos y gobiernos sistemas de transmisión de datos inexpugnables, físicamente imposibles de interceptar, basados en partículas entrelazadas.

Pero las aportaciones que Cirac ha hecho en las dos últimas décadas van mucho más allá del proyecto de los ordenadores del futuro. “Es un líder mundial en el campo de la teoría de la física cuántica”, ha afirmado el premio Nobel Theodor Hänsch. El también Nobel William Philips añade que “sus contribuciones son tan importantes que no es exagerado decir que su trabajo ha determinado el paisaje de la investigación en información cuántica”.

Y lo que ha hecho hasta ahora puede no ser más que el principio. En estos momentos Cirac está desarrollando técnicas para explorar qué ocurre a escalas más pequeñas que el nanómetro pero más grandes que las del átomo. “Está intentando adentrarse en territorio desconocido”, explica Lluís Torner, director del Icfo. “Sabemos que la escala del nanómetro está gobernada por las leyes familiares de la física macroscópica y que la escala del átomo está gobernada por las leyes extrañas de la física cuántica, pero no sabemos qué ocurre entre medio. Esta investigación puede acabar siendo más importante que todo lo que ha hecho Ignacio hasta ahora en computación cuántica.”

Cirac, naturalmente, sabe demasiada física para ignorar que sus investigaciones cambiarán el mundo igual que el descubrimiento del electromagnetismo lo cambió en el pasado. “Le atraen los grandes problemas, los retos muy difíciles, y es perfectamente consciente de la trascendencia de su trabajo”, explica su gran amigo Maciej Lewenstein.

Pero cuando se pregunta al propio Cirac sobre la cuestión, se quita importancia. Como dice Romain Quidant, no hay en él ni un átomo de arrogancia. Puestos a quitarse importancia, incluso es capaz de argumentar por qué no va a ganar el premio Nobel: “Tengo un artículo publicado con Peter Zoller que fue conocido y que explica cómo construir un ordenador cuántico. Pero aún no se ha construido ningún ordenador cuántico, así que no ganaré un Nobel por eso”.

Y si se le insiste sobre la trascendencia de su trabajo, se reafirma en que lo que él hace no es para tanto. “Hace uno o dos siglos había unos pocos científicos magistrales, ahora somos muchos y cada uno pone un pequeño ladrillo. Y en cualquier caso, lo que nosotros hacemos aquí en el instituto es investigación básica, no nos centramos en las aplicaciones que tendrá. No lo hacemos para cambiar el mundo. Si quiere –concede finalmente–, investigar en física cuántica se puede comparar a descubrir un nuevo continente. Uno puede traerse el oro o puede ir a explorar. Yo personalmente prefiero explorar”.

FUENTE: http://www.magazinedigital.com/reportajes/ciencia/reportaje/pageID/2/cnt_id/5097

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