MEDICINA CUANTICA

Uno de los Más Prestigiosos Neurólogos del Mundo: Joaquim Fuster

by on Ene.31, 2012, under Entrevistas, Medicina, Punset

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Una de las personas que más sabe en el mundo del cerebro es Joaquim Fuster.  Ofrecemos extractos de entrevistas a este neurocientífico catalán cuyos aportes han contribuido de manera fundamental a la comprensión de las estructuras neuronales relacionadas con la cognición y la conducta. Sus libros y cientos de artículos científicos, particularmente en la memoria y la corteza prefrontal son constatemente citados. Es profesor de Psiquiatría y Ciencias de la Bioconducta de UCLA así como miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencia.

ENTREVISTA DE EDUARD PUNSET EN REDES PARA LA CIENCIA, 11 DE NOVIEMBRE 2011:

Eduardo Punset:
Joaquín, vamos a ver, hay una cosa en materia de cerebro que me ha preocupado toda la vida. Y estoy seguro que nuestra audiencia estará encanada también de descubrir, por fin, qué es lo que nos pasa por dentro. A mí me cuentan, me contáis, los médicos y los físicos… que, efectivamente, se me van muriendo las neuronas, que las células se renuevan… Y, sin embargo, oye, la memoria de una cara, de una persona me queda forever, me queda para siempre. Puedo llegar a los 80 años y allí está. ¿Dónde está? ¿Dónde se pone? ¿Dónde guardo este recuerdo en células que han muerto o desaparecido?

Joaquim Fuster:
En primer lugar, el motivo por el que una memoria es tan firme, tan sólida y tan duradera, el motivo principal, son las circunstancias emocionales en que se adquirió la memoria, en general.
Se forman firmemente con las emociones, con el clima emocional en que se adquieren las memorias. Además, en el curso de la vida se ejercitan estas memorias, repetidamente. Luego hay otro factor importante, que es el tipo de memoria que queda. Hay muchas clases de memoria. Está la memoria semántica, más bien abstracta, del conocimiento. Luego está la memoria episódica de los detalles, de la vida, del nombre, de la cara. Se van ejercitando en el curso de la vida y así subsisten. Claro, al mismo tiempo, se van debilitando algunas de estas conexiones y se pierden memorias y se pierden neuronas y se pierden sinapsis, pero se van creando nuevas. Entonces, el truco para adquirir nueva memoria es el ejercicio, el ejercicio del cerebro.

Eduardo Punset:

Oye, hablabas de distintos tipos de memorias. Y, no sé por qué, me acuerdo de una que me hizo gracia. Y es cuando me pongo la camisa, por ejemplo por la mañana, a lo mejor me pica algo de la camisa, pero al cuarto de hora me he olvidado.

Joaquim Fuster:
Te has olvidado, y es que la suprimes, y es que la inhibes. El cerebro tiene que inhibir las memorias que no vienen al caso…

Eduardo Punset:
Para poder dejar espacio…

Joaquim Fuster:
Exactamente, para dejar espacio y para dejar vitalidad a las que son importantes en aquel momento.

Eduardo Punset:

De verdad, ¿eh? Has sido el primero en cantidad de cosas. Y en una cosa que fuiste el primero fue en constatar que realmente lo que tú llamas el conocimiento no estaba fijo, o inserto o localizado en una parte especial del cerebro. Era lo que llamabais, me parece, la concepción modular del cerebro. Y dices esto es el pasado… ¿Por qué lo sustituyes, eso?

Joaquim Fuster:
Por la red. La red es la clave. La red neuronal, sobre todo las redes de la corteza cerebral, son la base de todo el conocimiento y de toda la memoria. Se forman a lo largo de la vida con la experiencia por el establecimiento de conexiones entre neuronas. Entre neuronas que pueden estar agrupadas en grupos pequeños, sobre todo en las zonas primarias sensoriales y motoras que pueden llamarse módulos, si tú quieres. Es decir, los módulos están en la base. Es el ver, es el tocar, es el oír, es el moverse, pero la conciencia del conocimiento, y la conciencia de la memoria, está en la red. Que es la agrupación.

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Eduard Punset:
Es relacional.

Joaquim Fuster:
Es relacional. El código de la memoria, el código del conocimiento es un código relacional, es un código de relaciones, lo más cercano que hay a ello desde el punto de vista psicológico es la psicología de la Gestalt, la psicología de la forma. Una cosa se ve, tiene sentido y significado por las relaciones entre sus partes. Pero el total, el significado de aquel objeto, lo definen las relaciones entre las partes, y no es reducible a las partes en sí. Es decir, que el todo es mucho más que la suma de las partes.

Eduardo Punset:
Y una neurona puede ser el centro de muchas cosas…

Joaquim Fuster:
¡Oh, claro! De muchas… Las redes neuronales del conocimiento, debido al hecho que se forman por asociación, todas ellas, y por vivencia, comparten células y grupos celulares. Es decir, un grupo celular puede ser parte de muchas redes, de muchísimas redes.

Eduardo Punset:
O sea, corrígeme… A ver si he entendido bien. Si yo me fijo en la estructura de la neurona para saber qué pasa con el conocimiento, no voy a ir muy lejos….

Joaquim Fuster:
No vas a ir muy lejos, no.

Eduardo Punset:
¿Por qué?

Joaquim Fuster:
Porque el código de la cognición es un código relacional a nivel de la red. Y es irreducible a las partes. Es decir, hacer lo que tú decías sería como pretender entender el significado de lo que dice la carta escrita estudiando la composición química de la tinta. ¿Comprendes? No la entenderás nunca porque el lenguaje escrito o hablado es un lenguaje relacional, es un código relacional: relaciones entre letras, entre palabras, entre significados semánticos. Es decir, no se puede reducir a sus partes mínimas…

Mis memorias son distintas de las tuyas porque las relaciones se han formado de modo distinto con elementos aleatorios que son distintos para mí y para ti, pero compartimos ciertas redes en común, que son las redes de la cultura, el ambiente en que hemos vivido, las leyes del léxico, del lenguaje. Eso queda y está por encima de todo porque es el resultado de la repetición de redes más chicas, más pequeñas, que están en la base de esas redes. Porque están organizadas de modo jerárquico, ¿entiendes? A nivel más bajo está la memoria sensorial, motora, primaria. Esta sí que se puede reducir a módulos, ¿entiendes? Ciertas partes del cerebro… Pero cuando nos salimos de allá y subimos a las zonas asociativas de la corteza, la memoria se va haciendo más interconexa, más compleja, más amplia y más difusa. Esto también le da solidez, porque pueden perderse algunas de las vías de acceso a ella, pero otras quedan. Tú te fijas muy bien que, cuando te encuentras que no recuerdas el nombre de una persona, empiezas a tantear en tu mente las distintas circunstancias en que la has visto para poder enganchar con aquella asociación y aquello te lleva a ello. Desgraciadamente, de todos modos, a veces, cuanto más buscas, menos recuerdas. Esto es el factor emotivo, la inhibición que te hace…

Eduardo Punset:
Olvidar algo que no quisieras recordar…

Joaquim Fuster:
Exacto, es justamente lo que no…

Eduardo Punset:
Oye, tú has hablado en algún lugar, no sé dónde, de lo que es el conocimiento perceptual que supuestamente está en la parte posterior de la cabeza y lo distingues del…

Joaquim Fuster:
Ejecutivo…

Eduardo Punset:
Del cognitivo, complejo…

Joaquim Fuster:
Exacto…

Eduardo Punset:
Por el que guías realmente el que hacer de cada día… ¿Esto es así o…?

Joaquim Fuster:

En líneas generales es así. Hay relaciones entre los dos sectores muy íntimas, como es natural, porque los dos participan en el ciclo percepción-acción. Percibo y esto educa, informa, mi acción. Mi acción produce cambios en el medio ambiente. Y estos los percibo. Con lo cual se realimenta el sistema.

Eduardo Punset:
Oye… Dime, por ejemplo, tú percibes una persona amiga que, además, es muy bella y muy inteligente y esto lo percibes supuestamente con tu…

Joaquim Fuster:
Con mis redes neuronales, sobre todo de la corteza posterior… Y también con líneas de influjo de los centros emocionales del cerebro y de la estética. Estos colorean mi visión de aquella persona. Y, además, se relacionan con la memoria que tengo yo de aquella persona, o de otras parecidas, para informar cómo tengo que reaccionar en aquel momento a aquella persona. Entonces entran en función las redes anteriores de la corteza frontal…

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Eduardo Punset:
Estas…

Joaquim Fuster:
Exactamente… E informan y modulan mi conducta, mi lenguaje.

Eduardo Punset:

Working memory…

Joaquim Fuster:
Working memory… Y esta working memory no es un tipo especial de memoria, lo que es, es memoria a largo plazo que se usa ad hoc en aquel momento… pues tal día, diríamos, para ejercer una acción o resolver un problema para… Este «para” es importante, es para algo que se recuerda. Pero en el uso de esta memoria, uso yo la memoria a largo plazo que tengo ya allí preformada sólo con variaciones que son “aducentes” a lo que tengo que hacer en aquel momento, ¿no?

Eduardo Punset:
¿Qué hacemos con el cerebro?

Joaquim Fuster:
Nos ajustamos al medio ambiente. El cerebro es la interfase que hay entre nosotros y el medio ambiente. Cuando digo el medio ambiente no quiero decir sólo el ambiente externo, sino el ambiente interno, el milieu interno. Entonces, en el curso de la evolución, se ha desarrollado sobre todo la corteza muchísimo, muchísimo. Y en el ser humano ha adquirido propiedades muy peculiares que le permiten dos cosas fundamentales, dos, dos: una es el lenguaje, es un medio de ajuste al medio ambiente, y la otra es la predicción.

Es decir, que todas las funciones que llamamos ejecutivas, todas tienen un futuro, todas: la memoria de trabajo, el planeamiento, la toma de decisiones, la conciencia creadora. Todas miran al futuro. Voy a hacer esto para esto, para esto, para esto… Tengo que hacer esto… Tengo que decidir… Tengo que…

Redes para la Ciencia

ENTREVISTA DE LA VANGUARDIA, IMA SANCHÍS, 17 DE ABRIL DE 2010

«De la edad no me acuerdo, pero nací en Barcelona el último mes de 1929. Casado, 3 hijos y 6 nietos. ¿Política? La justicia. Dios nos trasciende, pero al mismo tiempo está en nosotros. Las religiones adoptan principios evolutivos básicos como el altruismo, la filiación y el amor

Su apellido se asocia a bata blanca y cloroformo.

Cuatro generaciones de médicos, sí. «¡Voy a ser ingeniero!», proclamé harto de médicos, pero cogieron al diestro Manolete y en La Vanguardia explicaron todas las heridas, y me pareció irresistible.

¿Estamos más locos que nunca?

Estamos todos un poco trastornados, y sobre todo en tiempos críticos como los de ahora. ¿Sabe cuál es el problema?

¿Cuál?

La desconfianza, nadie se fía de nadie y por tanto la gente está crispada y los jóvenes tienen el futuro en entredicho. De ahí viene esta crisis, y es que la confianza es un atributo humano muy atávico, como la filiación.

Al final, todo se reducirá a una falta de amor.

¡Exactamente!, por eso san Agustín decía: «Ama y haz lo que quieras». Lo que he aprendido a lo largo de estos años es que cada ser humano es una parte íntegra de la sociedad, inseparable de los otros. Nuestra libertad existe – luego le explicaré por qué-,pero está ligada a la de los demás.

¿Sin confianza no hay evolución?

No, porque sin confianza no hay cohesión ni en la familia ni en el grupo.

Entonces algo hemos hecho mal por el camino…

Idealizar el yo. Somos una colección de egoístas codiciosos que no tenemos en cuenta las necesidades de los demás, entre las cuales las esenciales son el amor y la filiación. Entonces, en muchos sentidos, nos estamos suicidado evolutivamente. Y hay otra cosa.

¿. ..?

Estas virtudes evolutivas, la confianza y la cohesión del grupo, las aprovechan demagogos, políticos y tiranos para fines de grupos restringidos. Pero la sociedad occidental ha aprendido que la guerra ya no rinde; se ha hecho tan terrible que a la juventud ya no le interesa, y eso es algo nuevo y bueno.

¿Usted cree que el ser humano tiene memoria para no repetir los desastres?

De hecho, tenemos muchas memorias. La intuición, por ejemplo, es una forma de memoria inconsciente. La corazonada es un acto ejecutivo sin razonamiento lógico consciente, pero profundo y fundado.

¿Las hormonas superiores?

Exacto, que nos advierten lo que debemos hacer y no se equivocan; esto es memoria, es percepción inconsciente. Y también es la base de otra cosa: la sabiduría.

¿La sabiduría es inconsciente?

Sí, la sabiduría es también memoria, mucha de ella intuitiva y mucho más estable que las otras memorias. No te acuerdas de la fecha ni de la cara ni del nombre, pero sí de ciertos hechos fundamentales.

Entonces, ¿la sabiduría es de viejos?

Sí, la sabiduría se adquiere más y más con la edad mientras se van perdiendo las otras memorias más triviales.

Iba a hablarme de libertad, ¿recuerda?

Ja, ja, ja, sí, lo había olvidado. Me he pasado 45 años estudiando el órgano de la libertad: la corteza prefrontal, que nos permite elegir una cantidad ingente de fuentes de información para modelar nuestras acciones y construirlas de acuerdo con nuestra historia personal y la historia de la humanidad.

El 99% de nuestra percepción es inconsciente.

No sabemos conscientemente lo que vemos y hacemos, pero inconscientemente lo percibimos. No hacemos lo que no debemos hacer inconscientemente.

Entonces, ¿de qué libertad me habla?

Hay de 10.000 a 20.000 millones de neuronas en nuestra corteza cerebral, su capacidad combinatoria es prácticamente infinita, así que nuestras memorias, vidas e historia son todas distintas, la capacidad de elegir es inmensa.

¿Pero quién es el que elige?

Nuestra corteza cerebral; si quiere llamarle yo, puede hacerlo.

¿Pero y la conciencia del yo, eso que andan buscando todos los neurólogos?

Sí, como locos… Yo creo que no es la conciencia la que hace las cosas, es la corteza, y cuando la corteza trabaja duro somos conscientes de ello, pero insisto: la mayoría de nuestras acciones son inconscientes.

Entonces la inteligencia cognitiva no es nuestra gran aliada.

Nuestra gran aliada es la inteligencia emocional, con ella avanzamos. Pero la pretendida conciencia intelectual nos sube los humos y es un gran impedimento al altruismo, a la filantropía y a ser más felices.

¿Qué le ha sorprendido?

La capacidad prácticamente infinita del ser humano para superar la desgracia, adaptarse a ella, y la capacidad casi infinita del hombre y la mujer para diseñar el futuro, para imaginar lo que ha de ser; y para las dos cosas se necesita la inteligencia emocional, que es el entusiasmo. Sin entusiasmo, no hay ciencia ni avance posible.

ENTREVISTA DEL PROGRAMA SINGULARS DE TV3

ENTREVISTA DEL DIARIO DE MALLORCA,  MAR FERRAGUT, EL 27 DE SEPTIEMBRE DE 2011

Saldremos de la crisis porque el ser humano tiene más recursos de los que creemos

«En el mundo moderno no estamos más locos, pero hay más motivos para descentrarse».

Su trabajo se centra en el córtex prefrontal del cerebro. ¿Por qué lo llama el «órgano de la libertad»?

Tiene dos funciones fundamentales que sirven para guiar a uno al libre albedrío. El libre albedrío tiene dos partes: elegir la acción; y adquirir la información que se necesita para realizar aquella acción. Somos libres para elegir las fuentes de información y libres para hacer los actos que correspondan y la corteza prefrontal actúa en ambos procesos. Eso sí, somos libres, pero hay límites. La capacidad para elegir depende mucho de la estructura de nuestra corteza y de la prefrontal en particular, que se han moldeado a lo largo de la evolución, y después, en la vida personal desde el nacimiento. Va creciendo y formando redes de mielina, una sustancia que sirve para hacer la conducción rápida del cerebro, a lo largo de la primera parte de la vida. La madurez completa no se adquiere hasta la tercera década, entre los 20 y los 30 años, entonces es cuando sentamos el juicio de verdad. Si a los 30 no te has encarrilado, difícil.

¿El subconsciente es uno de esos límites del libre albedrío?

Snow-Flower Claro, el subconsciente es la adquisición y uso de información por debajo del dintel de la consciencia. Hacer las cosas que intuimos sin perfectamente ser consciente de ellas, cuando hacemos las cosas por una corazonada, algo que presentimos… todo esto no alcanza el nivel de la conciencia. La mayor parte de nuestras percepciones son perfectamente inconscientes a lo largo de la vida. El 99% de lo que percibimos en nuestra vida cotidiana es perfectamente inconsciente.

¿La intuición femenina está demostrada?

Sí, hay una base empírica. Tenéis la capacidad para adquirir presentimientos y prejuicios adelantados, sobre todo del mundo en el que os movéis, de las personas con las que tratáis, de la actitud de los otros. Sois muy buenas pensando e intuyendo los sentimientos e impulsos de los otros.

¿Qué porcentaje conocemos del cerebro y qué sigue siendo una incógnita?

Es muy difícil de decir. En algunos aspectos hemos avanzado mucho, pero en otros menos. En los últimos 50 años hemos aprendido más y hemos llegado a un nivel nunca antes alcanzado en la historia de la humanidad. Lo más desconocido es la cuestión de la sede cerebral de lo inconsciente, de lo que no llega al dintel de la conciencia pero que informa nuestra vida y nos hace proceder como procedemos. Una cantidad de conocimientos enorme están allí calladitos y dirigen nuestras acciones, sin saber cómo ni porqué. Entre ellos están por ejemplo los principios éticos, morales, la manera de comportarnos con los demás… Se forma con el ejemplo y la educación, y el niño lo aprende en la casa al principio, luego en la escuela y después en la calle. Esto se va adquiriendo. Nace en las redes familiares y luego con los compañeros, y se va agrandando y agrandando. Y con ello aumenta la perspectiva de futuro. El niño pequeño vive ligado a la mamá y a la satisfacción de las necesidades primarias de un modo casi reflejo. Cuando ya se hace mayorcito empieza a proyectar el futuro: la próxima hora, el próximo día. Luego ya van ampliando. Empiezan a pensar en la semana que viene, luego en meses, años, décadas, en cuando sean mayores… Esto tiene mucho que ver con el lóbulo y la corteza prefrontal.

¿El ser humano está cada vez más loco o es sólo una percepción mía?

Lo que pasa es que por una parte hemos aprendido mucho a vivir, pero por otra nos damos cuenta de que hemos hecho muchos errores y de que los demás quizás no nos comprenden tanto como quisiéramos, y nos sentimos más solitarios en medio de la masa. Eso es lo que pasa. En el mundo moderno, ya lo decía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, se le hunde a uno la individualidad en la muchedumbre. Se siente uno solo en la muchedumbre. No es locura, pero sí un motivo para descentrarse. Tanto estímulo, y estrés, y correr, y las necesidades de lucir bien, y ganar dinero… se hace todo muy complicado.

¿Cómo le afecta a mi cerebro estar escuchando y hablando todo el rato de crisis y más crisis?

Afecta mucho, sobre todo a los jóvenes. Los viejos hemos vivido en tiempos de expansión, todos estábamos contentos y teníamos novia; pero ahora la capacidad para planear el futuro, que está en el lóbulo frontal, se hace dificultosa porque hay mucha incertidumbre. Los jóvenes estáis en una situación de tomar decisiones que tendrán un impacto el año que viene y de aquí una década o dos. Estas decisiones siempre son difíciles pero ahora más. A pesar de todo soy optimista y espero que esto sea temporal y que no afecte a demasiados planes. Saldremos de ello, la raza humana tiene muchísimos recursos, más de los que pensamos. A veces es en las situaciones difíciles cuando nos encontramos y nos realizamos a nosotros mismos, sacando estos recursos, estas defensas, esta capacidad para adaptarnos que a veces nos sorprende. Y en esto está la clave de mi optimismo. Pero desgraciadamente veo que muchos no aguantan el estrés de vivir en estas condiciones mucho tiempo.

Usted sigue en activo a los 81 años, ¿cuál es el secreto?

Eso pregúntaselo a mi mujer, que me cuida mucho. Lo que está claro es que lo que no se usa se pierde. Use it or loose it, decimos en EEUU: úsalo o piérdelo. Y así es con todo: con los músculos, con la sexualidad, con la mente. En mí casa con mi esposa hablamos una lengua diferente cada día. Los lunes hablamos italiano; los martes, francés; los miércoles, castellano; el jueves, alemán; el viernes, inglés; y el sábado y el domingo, catalán, que es cuando nos peleamos [se ríe].

Lleva mucho en EEUU ¿España no cuida a los investigadores?

Se está empezando. Eduard Punset está educando a los jóvenes, nosotros antes no sabíamos nada de ciencia. Hacen falta recursos y por desgracia ahora hay recortes, pero lo más importante es el clima social de aceptación de la ciencia, el reconocimiento de la importancia que tiene en la vida del ciudadano, en el funcionamiento de la democracia… y esto se está aprendiendo aquí. Cuando yo me marché aquí no había nada.

ScreenHunter_27 Jan. 29 11.53 ¿Cómo aprender a manejar nuestra inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es fundamental. Sin la emoción la cognición no sirve para nada. Lo que se necesita es la chispa emocional que haga funcionar el cerebro. Sin entusiasmo no hay proyecto. Aprender a manejar la inteligencia emocional es como con todo: se aprende. Los sermones, los discursos, no sirven de nada. Lo que funciona es el ejemplo de los demás, que están educados y tienen conciencia social. Hoy con la crisis que hay todo el mundo dice: va a subir el crimen. Pero no, está bajando. En EEUU hay menos crímenes que antes. Yo predigo que al salir de este bache habrá dos cosas importantes: más consciencia de la importancia del ahorro y de pensar en el futuro; y más generosidad.

La física está revolucionada con los neutrinos: ¿cuál será la revolución de la neurociencia?

Donde se van a hacer avances importantes será en las enfermedades del envejecimiento. Lo digo con tiento, pero en los próximos cinco o diez años se avanzará mucho con el alzheimer. Se está avanzando mucho en los factores genéticos, en la nutrición, en el sistema vascular (ya que las arterias del cerebro, que son como las otras (susceptibles al colesterol, a la falta de ejercicio, al fumar…).

DAVID SEGARRA – Barcelona – 23/09/2003

ENTREVISTA DE XLSEMANAL, CARLOS CARRIÓN, A JOAQUIM Y VALENTÍN FUSTER

Son dos de los mejores científicos del mundo en su especialidad: el cebrero, uno; el corazón, otro, pero quizá porque ya no tienen que demostrar nada abordan su labor con tanto entusiasmo como humildad. Sorteando tiempo y distancia, los dos hermanos hablan para XLSemanal de su vida y su trabajo como nunca habían hecho antes.

Joaquín es el experto en cerebro, pero su conversación es pasional; su ánimo, encendido; su comportamiento, jovial. Valentín es experto en corazón, pero sus palabras son meditadas; su opinión, medida; su gesto, austero. Ambos son un ejemplo de profesionalidad, rigor científico y humildad. Rezuman entusiasmo ante lo que ignoran y llevan décadas en Estados Unidos investigando los motores de nuestro cuerpo: Joaquín, en la costa oeste, en Los Ángeles; Valentín, en la costa este, en Nueva York. Esta dedicación los ha llevado hasta lo más alto de la élite científica, y ahora, el martes 24, Joaquín será investido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid, mientras su hermano, hace sólo un mes, ha sido nombrado presidente del Comité para la Prevención de la Epidemia Global de Enfermedad Cardiovascular, algo así como el responsable mundial de nuestra salud cardiaca. Ambos son, a su vez, miembros de honor de la Real Academia Nacional de Medicina. XLSemanal los ha reunido por primera vez. Ellos tienen la palabra. Dos de los corazones más inteligentes de la medicina actual le toman el pulso a los dos grandes órganos del ser humano.

Cuentan que su abuelo, el doctor Valentín Carulla, que fue rector de la Universidad de Barcelona, creía tanto en la importancia de la educación primaria que iba por los pueblos, a lomo de asno, fundando escuelas en las que colgaba un cartel con el lema: «Aquí comença tot». ¿De qué modo les influyó?

Valentín Fuster. No conocimos al abuelo [murió en 1923], pero yo investigué su trayectoria para un trabajo de la facultad y quedé impresionado por su generosidad y su moderna visión de la vida. Escribir su biografía me marcó. Un siglo atrás, él ya defendía la importancia de la educación gratuita; una causa que apoyó con su tiempo y su dinero. Yo he intentado seguir su ejemplo.

Joaquín Fuster. Dicen incluso que entraba en la casa del enfermo, dejaba su sombrero, abrigo y guantes, y con su sola presencia el enfermo se sentía mejor. Creo que lo que más aprendimos de él es el valor de la medicina personal, que se ha hecho hoy tan escasa e inaccesible, reemplazada por la medicina industrial, más o menos socializada. Desgraciadamente, sólo los ricos pueden seguir beneficiándose de la medicina a la antigua. El rey Alfonso XIII lo hizo marqués de Carulla, y tengo entendido que tenía intención de nombrarlo ministro de Educación. Y es que, además de su humanismo y su dedicación a la medicina personal, destacaba por su habilidad didáctica y su talento administrativo.

V.F. Mire, hay una anécdota que describe su modo de hacer las cosas: un problema burocrático retrasó no sólo la apertura del Hospital Clínico de Barcelona, que él fundó, sino también el traslado de los pacientes. Desesperado con el retraso, nuestro abuelo decidió resolverlo personalmente y trasladó a docenas de pacientes en carros de caballos. Así era. Nuestros padres nunca se dieron importancia a sí mismos o a otros miembros de la familia. La filosofía era hacer bien las cosas, con naturalidad, y no presumir de ellas.

XL: ¿Cómo estaba constituida la familia?
J.F.
Éramos cinco hermanos: yo, el mayor, y Valentín, el menor. Nuestro padre, que se llamaba también Joaquín, era psiquiatra y nuestra madre, Pilar de Carulla y Carulla, supervisaba las finanzas y el personal de su clínica psiquiátrica, el Sanatorio de Pedralbes. Ella, además, seguía siendo ama de casa. ¡Estaba en todo! Y vivió hasta los 101 años, eh… No hay palabras para definir su admirable labor.

V.F. Sí, era una trabajadora incansable. Nuestro padre, también; era un hombre que se hizo a sí mismo.

XL. ¿Y qué recuerdos conservan de ustedes?

J.F. Éramos niños perfectamente normales: movidos, traviesos, sociables y divertidos. Tuvimos una infancia feliz, aunque en mi caso, 13 años mayor que Valentín, fui consciente de algunos de los desastres de la Guerra Civil que afectaron a la familia.

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V.F. Sí, la nuestra era una familia feliz y sana. Y en mi caso, mi infancia se caracterizó por una cierta independencia, la que suelen tener los hijos menores en familias numerosas. Mis padres trabajaban, mis hermanos estudiaban y yo tenía más libertad.

J.F. Bueno, pero cuando yo me emancipé, salí de estampida: superada la adolescencia, llevado por la curiosidad y la aventura (¿no son ésas virtudes del científico?), me metí en las zonas soviéticas de Austria y Alemania sin otro documento que un pasaporte de Franco, mientras los periódicos hablaban de estudiantes desaparecidos por allí. Tenía que haber visto usted la cara de mi querido padre cuando le di el regalo que le traje del viaje: ¡una botella de vodka ruso! Temí que la abriera sin sacacorchos… [ríen] Quedó en un armario, sin abrir. Es que, además, nuestro padre era un paladín de la lucha contra el alcoholismo.

XL. ¿Cuándo y por qué decidieron dedicarse a la medicina?

J.F. Yo, en el verano de 1947. Ya estaba casi a punto de matricularme para emprender estudios de Telecomunicación, cuando el toro cogió a Manolete en Linares. La prensa estaba llena de detalles acerca de la herida y los presuntos errores de los cirujanos. Todo ello me interesó muchísimo y me infundió la fantasía de que algún día yo podría hacer mejor las cosas. Cambié de vocación en el acto. Podría decirse que entré en la medicina por la vena femoral [ríe]. Bien, también podría decirse que estaba escrito en las estrellas o en los genes.

V.F. En realidad, yo quería estudiar Agricultura. Quería investigar la naturaleza. En aquella época no se impartían estudios de Agricultura en Barcelona y no existía la movilidad actual. Los jóvenes no cambiaban de ciudad para estudiar; ahora cambian de país. Supongo que pensé que la naturaleza humana también era naturaleza al fin y al cabo. Me especialicé en cardiología debido a la influencia de mi tutor, Farreras Valentí; un médico que me guio en Medicina. Tuvo un infarto. Estaba convencido de que el corazón era el órgano que él menos conocía y me animó a especializarme en ese campo.

XL. Y usted, Joaquín, ¿por qué la neurociencia?

J.F. Hubo una confluencia de factores: mi inclinación por las ciencias –que se me daba mejor en el bachillerato– y mi especialización en psiquiatría. El ‘virus’ de la neurociencia me dio de lleno cuando se me ocurrió mejorar mi inglés leyendo revistas americanas de neurofisiología; fue en Austria, con una beca. De regreso en España, contemplando el panorama científico, decidí venirme a América y quemar las naves. ¿Sabe quién me ayudó a tomar la decisión? Mi padre, pese a lo dolido que estaba con ella. Pero viendo mi afición a la neurociencia, hombre liberal que él era, vino a decirme: «Vete, aquí en eso no hay nada que hacer».

XL. Joaquín, ¿qué le asombra, ante todo, del corazón?

J.F. Su precisión, su capacidad de adaptación y su autonomía como órgano vital, aunque buena parte de esta autonomía está modulada por el cerebro.

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XL. ¿Y a usted, Valentín, del cerebro?

V.F. Me asombra su complejidad. El corazón utiliza la energía para una actividad muy mecánica: impulsar la sangre hacia fuera. El cerebro utiliza energía para coordinar la consciencia. Es más complejo y creo que aún es el gran desconocido.

XL. Asústenme sobre algún hábito muy extendido que, sin que lo advirtamos, está ya resultando nocivo para nuestra salud. ¿Hay algún mal ‘tapado’?

J.F. Pues vaya susto voy a darle: ¡leer demasiado la prensa diaria y mirar demasiada tele! Ambas venden malas noticias y se callan las buenas; además, te quitan tiempo para hacer cosas más útiles, como son la ciencia, el deporte, el arte y la filantropía. Claro que hay que estar al tanto de lo que pasa por el mundo, pero has de elegir cuidadosamente tu periódico. Queremos información fiable y opinión equilibrada. Lo demás son paparruchas y esperpentos, los cuales sí son nocivos para la salud. Curiosamente, cuando algo va mejor en este mundo, tenemos que adivinarlo, porque el periódico y la tele hablan menos de ello.

V.F. Sí, en nuestra sociedad abundan, además, el estrés, la ansiedad y la soledad, y la mala alimentación, el tabaquismo y la vida sedentaria nos empujan a la enfermedad cardiaca. Otro gran problema, al que no se le está dando la atención que merece, es la contaminación.

XL. ¿Hay más depresión, ansiedad, estrés y complicaciones cardiovasculares en países desarrollados que en naciones del Tercer Mundo? ¿La falta de necesidad genera más ansiedad y angustia que la falta de satisfacción?

J.F. Muchas ‘necesidades’ y ‘satisfacciones’ las inventa la sociedad, y los medios se encargan de difundirlas. Factores contribuyentes no faltan: envidia, percepción de injusticia, afán de posesiones más o menos superfluas, y siempre el dinero, dinero y más dinero. Hay muy pocos millonarios verdaderamente felices (y muchos miserables idílicamente felices en sociedades primitivas, sobre todo rurales). En última instancia está la quimera, repetidamente defraudada, de que el Gobierno nos resolverá los problemas y nos igualará a todos. De todo esto salen el estrés, la depresión, la ansiedad y las arterias enfermas del país desarrollado. Con menos medios, otros son más felices y tienen las arterias más lisas. Mucho de eso lo trajo la revolución industrial y, con ella, el consumismo del que habla mi hermano.

V.F. Yo creo que no se puede hacer claramente la distinción a las que usted se refiere; tampoco generalizar. Vivimos en un mundo muy complejo. Los seres humanos son esencialmente idénticos en todas partes. Las grandes lacras de la sociedad –ahora y antes, en un país y en el otro– son la lucha por el poder, la competitividad y la envidia. Viviríamos en una sociedad más sana y feliz si nos percatásemos de que vivimos cuatro días y que vale la pena colaborar con nuestros compañeros de vida y asumir un compromiso social. Es importante que la sociedad tienda hacia un modelo más igualitario y que las personas con poder se integren en un equipo y escuchen a los demás. Curiosamente, la estrategia de investigación biológica dirigida a defender y promover la salud avanza mucho más rápidamente que la estrategia para establecer la paz entre los humanos.

J.F. Justamente, y ese modelo igualitario del que hablas no puede dictarlo ningún gobierno, sino que tiene que venir de abajo, con educación ciudadana, tolerancia y auténtica humildad, aprendiendo de nuestros errores. Todas las crisis económicas tienen algo de positivo en este sentido. Me atrevo a predecir que la presente llevará al resurgimiento de dos virtudes sociales que hoy escasean en el mundo civilizado, donde la codicia abunda: el ahorro y la generosidad. Ambas vienen de abajo, del hogar, de la familia y de la buena escuela.

XL. Las situaciones apremiantes de trabajo y las nuevas tecnologías nos llevan a vivir cada vez más aislados. Se tienen mil ‘contactos’, pero acaso menos ‘comunicación’. ¿Cómo reaccionar ante estos nuevos hábitos?

J.F. Con educación, prudencia y sentido común. Vivimos tiempos interesantes y hay que sacarles jugo, sobre todo cuando el innegable progreso que hacemos nos sirve para ayudar de algún modo al prójimo. Aproveche ese progreso, siga su corriente sin hundirse en él. Deje la revolución de las masas para eso: las masas. Y `bostece´ cuando lo llamen `elitista´. Vivirá más tranquilo y quizá más sano. Y duerma un poco la siesta, si le da tiempo.

V.F. Yo creo que es importante potenciar las cuatro T: `tiempo´ para reflexionar, `talento´ (no utilizar nuestro talento nos lleva a la neurosis y a la frustración), `transmitir´ (conceptos, sentimientos, proyectos e ideas a los demás; dar más que recibir, en definitiva) y `tutoría´ (ayudar y escuchar a las generaciones que suben, que son el futuro). Es importante incluir frutas y verduras en nuestra alimentación, sí, pero también respetar una dieta de felicidad para cuidar el alma: ser uno mismo, tener tiempo para uno mismo y para los demás, controlar nuestras vidas. Evitar el sobrepeso físico, pero también el mental.

XL. La persona cardiovascular y cerebralmente saludable no fuma, bebe con moderación, practica deportes, habla idiomas, lleva una dieta equilibrada e hipocalórica, respeta unos horarios, evita situaciones de estrés y ansiedad… ¿Qué porcentaje aproximado de la humanidad puede vivir en estas condiciones?

J.F. Quizá, cero. Una cosa son los cánones y la otra, los fieles.

V.F. El perfeccionismo nos ata. No podemos convertirnos en prisioneros de la perfección. Si respetamos un plan de salud al 75 por ciento, podemos sentirnos satisfechos. Yo también me como una hamburguesa de vez en cuando.

XL. Y así como existen los alimentos cardiosaludables, ¿hay pensamientos, ideas o hábitos neurosaludables?

J.F. Sí. The power of positive thinking, and doing!!

V.F. Pensamientos positivos, creativos y solidarios. Y llevarlos a la práctica, sí.

XL. Un corazón y un cerebro sanos, unos hábitos saludables, ¿acaban generando biológicamente felicidad?

J.F. Eso, eso. Probablemente generan cierta ‘felicidad’ por secreción de ciertos neurotransmisores. Pero más sana y genuina es la felicidad de hacer lo que está en nuestro poder para la felicidad de los demás. Esto último es, en buena parte, lo que le permitió a nuestra buena madre vivir felizmente 101 años. Y, además, en nuestra profesión es necesario cultivar una autocrítica implacable, huyendo de la adulación como del diablo. Por favor, no confunda el placer con la felicidad. El hedonismo moderno es antitético a la felicidad auténtica, como lo es al amor auténtico.

V.F. La felicidad es dar, más que recibir. Tan simple como eso. Todas las demás felicidades son típicas de anuncios de televisión y promesas sintéticas. Ahora, el optimismo y la sensación de controlar nuestra vida tienen un impacto muy positivo en nuestra salud. También física, ya que por lo general la persona que tiene la sensación de control come mejor, encuentra tiempo para practicar ejercicio, se relaciona con los demás y tiene una autoestima más alta.

J.F. Amén. Bien dicho, querido hermano.

XL. En la antigua Grecia, filosófo y científico eran casi sinónimos. ¿Y hoy?

J.F. Sí, sí. El investigador es un filósofo, aunque no se dé cuenta de ello. Usa la lógica, que es rama de la filosofía –sobre todo, de la aristotélica o cartesiana– para comprender la naturaleza.

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V.F. El científico estudia lo tangible. La ciencia es cuantificable. Sin embargo, todo científico se plantea cuestiones no cuantificables aún y, por tanto, entran en el campo de la filosofía o la metafísica. Sin embargo, a veces los científicos caemos en el error de ignorar conceptos que no podemos cuantificar, por miedo o arrogancia. Y hay que salir de esta actitud. Por ejemplo, ¿cómo explicar o cuantificar algo tan intangible como el alma o el espíritu? Muchos pretenden hacerlo. Para un científico, hay dos actitudes ante lo desconocido: si algo no es cuantificable, «no me interesa porque soy científico». O una actitud menos arrogante, por la que yo apuesto: «De acuerdo, no lo entiendo, pero me fascina no entender y observar, simplemente». La ciencia no tiene respuestas para todo.

XL. Por cierto, ¿qué decide nuestra conducta más allá de lo biológico? ¿Existe realmente la voluntad o somos marionetas de nuestros genes, de nuestra infancia, del ambiente y de lo que nuestras glándulas secretan?

J.F. El concepto de un centro de la voluntad en el cerebro (en el lóbulo frontal, por ejemplo) es otro mito. ¿Que si se puede reducir todo a determinantes biológicos? Pues sí, en términos probabilísticos, el resultado de la competición y reconciliación de una infinitad de exigencias afectivas, instintivas, cognitivas, etc. Pero tenga en cuenta que algunas de estas exigencias vienen de ciertas redes neuronales de la corteza que representan los principios éticos y morales, los cuales rigen, o tendrían que regir, nuestra conducta social. Estos principios son producto de la cultura y la educación, además de la ley natural. Para resumírselo: hay en el cerebro un sistema de principios sin los cuales la sociedad sería un caos de crimen, miseria y desespero. Esto último no lo dijo ningún padre de la Iglesia (aunque todos ellos, seguro, se habrían apuntado a ello), sino Benjamin Constant, nada menos que un ídolo de la izquierda que recalcó que, sin este sistema de principios, la libertad es inconcebible. Entre esos principios está la responsabilidad individual, algo que algunos, sobre todo en la izquierda, parecen haber olvidado.

V.F. En nuestro comportamiento juega un factor no cuantificable del que ya he hablado antes: el alma (aura, si prefiere); ese misterio de las personas que nos distingue de los otros seres vivos del planeta.

XL. Pero ¿qué ocurre en nuestro cerebro para que nos nazca más espontáneamente no trabajar que hacerlo, echarnos sobre un sofá que correr seis kilómetros?

J.F. La respuesta no está en el cerebro, sino en las piernas: es la pereza, amigo, la pereza. Dejémoslo así. Aquí podría citar un montón de hormonas, pero no voy a hacerlo: el asunto es muy complejo y todavía está en las tinieblas.

V.F. Yo no generalizaría. Mi hospital está delante de Central Park y cada mañana veo a cientos de personas que prefieren correr seis kilómetros que echarse en el sofá.

XL. Ya, pero si uno sabe que un alimento es perjudicial para el corazón, ¿por qué el cerebro nos empuja a consumirlo en vez de frenarnos? ¿Tan poco nos entendemos?

J.F. Porque el placer y la necesidad biológica a veces pueden más que el buen juicio. ¿Le sorprende?

V.F. El problema es que el sentido común y el placer a veces no van al unísono.

XL. Según la doctora Hellen Fisher, estamos hormonalmente condenados a desenamorarnos de nuestra pareja en unos cuatro años, a partir de la disminución de oxitocina y del aumento de endorfinas que nuestra pareja nos estimula. ¿La biología nos gobierna más de lo que nos cuenta Hollywood?

J.F. Con mi esposa, acabamos de celebrar nuestras bodas de oro, con todos mis hermanos presentes. ¡¿Qué oxitocina y qué monsergas…?!

V.F. Y muchos de mis pacientes han celebrado sus bodas de oro con una vida en pareja plena, también sexualmente, porque tras 50 años juntos la comunicación y la complicidad son totales, también en ese terreno. Tengo pacientes de 80 años que viven el sexo con su pareja de una forma más intensa que un joven sano de 30. La clave del amor es la comunicación.

XL. ¿Y de la sexualidad?

J.F. Nada. «Vive la différence!»

V.F. La sexualidad es una extensión de esta comunicación. Si no se afronta desde un punto de vista de la comunicación, es transitorio. Es un amor totalmente consumista.

XL. Cuanto mejor estemos cardiovascularmente, ¿mejor sexualidad podremos desarrollar?

J.F. Sí, pero eso no es todo.

V.F. No tomes Viagra si estás tomando nitroglicerina.

XL. ¿Cuál es el gran desafío de la investigación cardiovascular?

V.F. Creo que la tendencia será estudiar los sistemas de defensa de nuestro sistema cardiovascular y, una vez estudiados, potenciarlos.

XL. ¿Lograremos desarrollar ‘vacunas’ contra el infarto?

V.F. No pasará porque la enfermedad cardiaca es multifactorial. La mejor vacuna es tener unos hábitos de vida saludables. No falla: si comes sano, bebes con moderación, no fumas, haces ejercicio y te haces chequeos rutinarios, tienes tu salud cardiaca bajo control. Esa es la vacuna más efectiva.

XL. ¿Y cuáles son los desafíos para la neurociencia?

J.F. La enfermedad mental –sobre todo, la esquizofrenia y las demencias, su genética y su tratamiento–, los trastornos psiquiátricos infantiles –de la atención, autismo…– y la adicción y el abuso químico en todas sus variedades.

XL. Vivimos cada vez más años; ¿sabemos para qué, al margen de nuestra instintiva compulsión expansiva?

J.F. La auténtica sabiduría está justamente en trascender el yo, al margen de esa «compulsión expansiva», y aprender y comprender nuestro papel en la sociedad humana.

V.F. Tiene sentido vivir más si uno puede seguir siendo útil a la sociedad, si puedes aportar algo. Ese algo puede ser sabiduría y amor.
Diego Bagnera

FUENTES:

Redes para la Ciencia

La Vanguardia

El Diario de Mallorca

El XL Semanal

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