MEDICINA CUANTICA

La Identidad es el Pegamento de la Conciencia

by on Ago.26, 2010, under La Conciencia, Psicología

El aclamado Dr. Traver nos clarifica el concepto de identidad en esta entrada perteneciente a su blog.  Nos gusta y la compartimos con vosotros.

La identidad es el sentido de continuidad en la experiencia de nosotros mismos, una continuidad histórica, étnica, generacional, nacional, que incluye valores, creencias y un sentido de pertenencia a algo supraindividual, a algo que está más allá de nosotros mismos trascendente o banal pero que en cualquier caso es una experiencia compleja que incluye a la memoria, a la autoimagen, a la vivencia del tiempo y a las emociones y valores, sobre todo a esa dificil síntesis entre el apego y a la autonomía personal. La identidad se encuentra a medio camino entre el ser y el otro.

La identidad es el pegamento de la conciencia, lo que mantiene unidas sus partes.

Tal y como planteo en este intento de definición, la identidad es algo intangible, algo que no está localizado en parte alguna de nuestro cerebro, una experiencia inmediata que en otro lugar he llamado mismidad, una experiencia que se sostiene sobre esa vivencia de corporeidad primaria con la que construimos nuestro relato vital, nuestra narrativa. La identidad es lo que somos aunque ese “lo que somos” carezca, en cualquier caso, de fundamento. La identidad es la subjetividad, lo que nos hace distintos de los demás aun sabiendo que nos parecemos a esos otros que nos rodean.

En la identidad hay -sin embargo- múltiples submenús, asi hablamos de identidad sexual, identidad corporal e identidad social por hablar solo de las más conocidas, sobre estas tres patas es donde se articulan la mayor parte de los trastornos de la identidad. No somos sólo un cuerpo o un Yo adherido a él sino que somos un cuerpo sexuado, un cuerpo que mantiene fronteras con los demás (Yo-No Yo) y un cuerpo que se relaciona con el mundo, un cuerpo que está en el mundo.

La identidad es un constructo autoreferente en el sentido de que es algo que somos y que al mismo tiempo tenemos . No existe identidad sin corporeidad, sin ese ensamblaje mente-cerebro que unifica la experiencia y la dota de sentido.

No es de extrañar que la identidad sea un bastión a defender con uñas y dientes, pues ese pegamento es lo que mantiene unidas las partes o fragmentos que componen la experiencia consciente. Todo ser humano identifica su identidad consigo mismo en términos de valor y de idiosiccincrasia. Identidad y Yo son equivalentes y una vez constituida se intenta preservar de las influencias del mundo, se comporta como una certeza, no importa si es delirante, sobrevalorada, disonante o racional, cualquier identidad es una fortaleza fuertemente defendida y casi siempre inaccesible al raciocinio.

La identidad es un lazo que cose el apego con la autonomia tal y como conté en este post y se construye a través de tanteos entre el deseo y la realidad, entre la atracción y el rechazo, se trata pues de un juego dialéctico que termina en una síntesis provisional, en el sentido de que es variable siguiendo las leyes del caos: solo puede retrocederse hasta la última bifurcación y no todas las opciones tienen la misma probabilidad de establecerse debido a que los sistemas abiertos guardan memoria de los surcos que recorrieron en su expansión: la identidad tiene historia.

La identidad se construye transformando tanto lo noumenico en fenoménico a través de una incorporación o identificación. Algo que era inefable de repente se transforma en algo concreto y fenoménico. La abstracción deviene cuerpo, se materializa, se encarna y se experimenta como algo “que se es”, sin caer en la cuenta de que se trata en cualquier caso de algo ilusorio que transcurre sólo en lo imaginario.

Lo que creemos ser resulta al final en el fundamento de nuestro Ser cuando no es más que una anecdota baladí.De lo contrario lo que experimentamos es una experiencia de vacío, algo insoportable.

En ocasiones vivenciamos ese constructo como un defecto moral, no es de extrañar que las muchachas que presentan disconformidades o malestar con su cuerpo se atribuyan a si mismas tal defecto como si se tratara de un estigma. Un presunto defecto fisico es elevado a la categoria de un defecto moral que invade y preside toda la personalidad.

¿Por qué sucede esto?

Agenciarse una identidad es vital para los seres humanos, necesitamos creer en lo que somos, en que somos algo desgajado del común, que somos seres únicos y diferenciables del magma de lo mismo. Tener una identidad es una tarea creativa de por vida y es aun más importante durante la adolescencia cuando se construye a través de los materiales infantiles esa transformación de vinculos desde los conocidos familiares hasta los valores que sostienen los iguales. Dicho de otro modo: es en la adolescencia cuando cambiamos el apego por emancipación.

Es aqui cuando aparecen las crisis de identidad, los malestares con el cuerpo o con la sexualidad, con nuestra imagen en el mundo.

Lo importante sin embargo es hacerse con una identidad, la que sea, aun aquellas que representen antivalores, como ser un adicto, ser anoréxica, o ser una victima de cualquier atropello, lo importante es ser algo aun marcado por la disonancia. La razón es porque:

La capacidad poyética del hombre para construir etiquetas es prácticamente infinita. Con ellas pretendemos señalar las experiencias comunes, consensuales, las expectativas razonables, aquello que acaecerá inevitablemente en el curso de la vida de una persona, pero también la capacidad de inventar nuevas adversidades.

La capacidad de etiquetar es benéfica en sí misma, porque estas señalizaciones representan atajos para la comprensión de eventos inexorables y complejos que es necesario aprender a evitar, a predecir desgajándolos del cemento de lo inesperado pero cuyas consecuencias y denominación forman parte del modelo perceptual común a una determinada cultura, apresando conceptos o valores que a veces resultan universales y otras veces solo son casos particulares para una determinada etnia o cultura particular. En cualquier caso el etiquetado no tiene nada de neutral, porque a veces también sirve para desparramar o diversificar los malestares del hombre, incluso antes de que estos malestares hayan sido explicitados.

Su vehículo de transmisión es el lenguaje y las categorias que con él construimos, con él etiquetamos los conceptos, con palabras que compartimos con aquellos que miran la realidad con nuestras mismas gafas lingüisticas. Sin embargo, el lenguaje no es la realidad sino el sistema de signos que la codifica, el lenguaje es el mapa, no el territorio. Pero la realidad tiene -naturalmente- existencia propia, objetiva, más allá de la colección de signos de que disponemos para interpretarla. En cierto modo, es posible decir que la realidad la inventamos con nuestras palabras, sobre todo la realidad interna, aquella que es interpretativa, subjetiva y que siempre es un acto de creación. Una realidad que parcelamos desde el infinito de lo amorfo, desde lo insignificante de nuestra existencia finita.

Es evidente que esta capacidad de los humanos tiene una parte oscura, como si los simbolos se hubieran levantado en armas contra sus propios arquitectos, ¿podemos estar disconformes con nuestro cuerpo? ¿qué ha sucedido para que le declaremos la guerra a un cuerpo que es el soporte de nuestro autoafecto? ¿qué significa que una muchacha diga que no se gusta a sí misma?

En mi opinión no se trata de una averia del cerebro sino de la identidad en relación con ese “estar el el mundo” que es y representa al cuerpo como interface entre el yo y los otros. No hay que dedicarse a buscar genes que expliquen esta conducta sino que debemos aplicarnos en cambiar algunas cosas:

Tiene que existir un entorno cultural que favorezca todas las opciones (incluso las más abstrusas) y las legitime.
Un entorno que a su vez no puntúe estas opciones como más o menos valiosas.
Un entorno que disemine la idea de que “todos tenemos derecho a todo”, un entorno que no ponga limites al deseo.
Es entonces cuando el individuo incorpora que puede tener el cuerpo que quiera, el sexo que desee, la enfermedad que guste, o el goce que pretende con todo el derecho del mundo y es entonces cuando ese arquitecto de símbolos que es el hombre se afana en patentar nuevos goces y nuevos sufrimientos para tratar de encontrar después un remedio.

Y es entonces cuando aparece el malestar con el cuerpo, la cara, la raza, el color de la piel, el sexo o la apariencia. Para que exista ese malestar es necesario una opción social legitimadora de todas las subjetividades incluso aquellas enroscadas en la codicia que se encuentra enmascarada en cierto tipo de sufrimientos.

Sin saber que algunas cosas son imposibles. No es posible tener el cuerpo que queremos, ni el sexo, ni la figura o la clase social que deseamos.

Y si no lo son -por causa de la cirugía electiva- deberian serlo. Y deberían serlo porque ese decrecimiento sostenible del deseo seria la mejor prevención para determinadas enfermedades mentales.

Debemos volver a pensar como imposibles algunas cosas si queremos mantener una buena salud mental.

FUENTE: http://pacotraver.wordpress.com/2010/06/07/%c2%bfque-es-la-identidad-2/

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