MEDICINA CUANTICA

La Superviviencia del Ahora Está en la Relación con el Otro

by on Ene.19, 2013, under Creatividad, Entrevistas, SOLIDARIDAD, Testimonios Personales

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Me gusta la gente que da segundas oportunidades, sin preguntar ni pedir nada a cambio.  Solo porque sí. Es el caso de Philippe Pozzo, el protagonista real de ‘Intocable’, la película que se ha convertido en n.º 1 en España, Francia, Alemania, Italia. «Tengo 61 años. Nací de dos distinguidas familias francesas. Tras 23 años de matrimonio y dos hijos, enviudé. Volví a casarme y tengo dos hijos más. Hice muchos estudios: máster en Historia, Economía, Ciencias Políticas y Finanzas. Me he dedicado al lujo. Soy cristiano.»

Qué momentos definen su historia.

Conocer a Beatriz: luminosa, inteligente y pragmática. Estábamos en la universidad, teníamos 20 años.

¿Y qué pasó?

Me vuelvo muy ambicioso porque tengo la mirada de Beatriz que me anima. Nos casamos con 22 años, Beatriz pierde cinco niños en diez años. Al final sabemos que se debe a un extraño cáncer y adoptamos.

Otra decisión importante.

Incluso para un aristócrata cuya familia viene del siglo XI lo esencial no es la sangre, es el amor que da. La salud de Beatriz empeoró y acepté un trabajo en el campo como director de Champagne Pommery. El grupo fue comprado y tuve que despedir a la mitad de los empleados, algo que iba en contra de los principios heredados de mi abuelo.

Apodado el marqués rojo.

Dirigió Moët & Chandon con ideas revolucionaria: los propietarios debían compartir beneficios y decisiones con el personal. Mis privilegios exigen responsabilidad hacia las personas que dependen de mí. Fueron años muy duros, hacía deporte para evadirme.

Y se quedó tetrapléjico hace ya 20 años.

Sí, haciendo parapente. Sólo puedo mover la cabeza, el cuerpo no me funciona y tengo dolores fantasmas permanentes.

¿Y Beatriz?

Durante dos años se ocupó de mí y todos sus marcadores tumorales se estabilizaron para asombro de los médicos. Volvimos a París y contratamos a Abdel Sellou. Una noche Beatriz se acostó y ya no se levantó.

¿Seleccionó a un inmigrante argelino?

Como empresario he contratado a cientos de personas y jamás he mirado un currículum. Miro a la persona y olvido las etiquetas. Sellou era rápido, fuerte e inteligente.

Pero salía de la cárcel, ¿lo sabía?

Se veía, pero era franco, directo. No quería el trabajo, quería la firma conforme se había presentado. Hizo lo posible para no ser contratado. Le propuse hacer una prueba.

¿Y él le robó algunas cosillas?

Sí, cometió algunos errores, pero le corregí. Tras la muerte de Beatriz se implicó, me ayudó con mis hijos adolescentes y me devolvió las ganas de vivir. Tenía 23 años y se quedó diez años conmigo.

¿Un joven con recursos emocionales?

De una gran generosidad. En realidad buscaba una manera de expresar lo que llevaba dentro, y por primera vez se sintió útil y responsable. Cuando me veía decaer me llevaba de viaje, recorrimos mundo juntos.

¿Qué le llevó a Marruecos?

Era el país de adopción de Abdel y el clima me sentaba bien, decidimos pasar un otoño en Marrakech y allí encontramos a nuestras respectivas esposas. Nos vemos cada semana, sus hijos me llaman tío y los míos a él.

¿Qué le daba Abdel que no le dieran otros cuidadores?

Me daba movimiento, y tenía una gran alegría de vivir y un sentido del humor increíble. Cuando yo estaba depresivo y con grandes dolores podía pasarse semanas sentado en el borde de la cama esperando, disponible y con miles de propuestas.

¿Le enseñó a hacer locuras?

Sí, aparcó mi coche adaptado y desempolvó los deportivos: conducía a 200 por hora sin carnet, y cuando nos paraba la policía siempre me usaba de excusa. Una noche en que yo estaba sufriendo mucho me sacó de la cama y me llevó a las afueras de París.


A una avenida que lleva mi apellido. Paró, se subió al capó y despegó la placa de la calle: «Tome -me dijo-, un recuerdo». «Abdel, esto está prohibido», le reñí. «No pasa nada, si viene la poli yo me voy corriendo y usted se queda aquí». Todo el tiempo era así.

Abdel no tenía compasión.

… Y eso es lo que me gustó de él, eso quiere decir que no tiene miedo a nada, sobre todo no teme a la fragilidad, que es la enfermedad de nuestras sociedades.

¿Qué ha aprendido de la vida?

He tenido dos vidas por el precio de una. En la primera era ambicioso, yo era el centro del mundo; y era intocable por lo rápido, eficaz y versátil: un callejón sin salida.

¿Por qué?

Porque haces ruido y te mueves, pero no sabes quién eres. Cuando te pasas dos años mirando al techo, lo primero que te impresiona es el silencio. Yo había olvidado el silencio; y en él, si escuchas, te encuentras a ti mismo: oyes la voz del niño que fuiste; encuentras tu conciencia y tu moral, tu ética.

El dolor es poco edificante.

Cierto, pero en cuanto tienes un momento de alivio te concentras en lo esencial. Durante toda mi vida de valido he resbalado por el presente, siempre viviendo con 24 horas de adelanto; ahora vivo el presente.

¿Cuál es su mensaje para los jóvenes?

No olvides que un día no habrá mañana, y lo que constituye la sal de la vida es la relación con el otro, ahora.


Aunque lo seáis menos que yo, también sois dependientes de los demás. Sed amables, porque es la base de la buena vida, y sin hacer teatro, siendo vosotros mismos.

FUENTE:

Foto: Alberto Oviedo

Artículo: La Contra de LV

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