MEDICINA CUANTICA

El Sistema Inmune Guarda Rencor

by on Sep.22, 2009, under General, Medicina

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Unos días amanecemos y vemos todo bonito, hay armonía en todos nuestros sentidos. La primera luz del día con los rayos se filtra y cae con una fuerza controlada dibujando los contornos de los edificios de la ciudad que huele a buena salud, a apacibilidad y ternura, a momentos que esperan con ansia dar los buenos días a conocidos y extraños. Pero otras veces, no queremos ni siquiera abrir los ojos a la mañana que comienza: todo cuesta y la luz brillante y apacible del día anterior se torna amenazante y fría. Nos controla un mareo ligero y una fuerte desesperanza. Posiblemente el entorno no ha cambiado. Mi concepción de él sí. ¿Y de que depende?

Diane Ackerman en Magia y Misterio de la Mente, nos comenta “que el cerebro es un frasco lleno de relámpagos y descargas eléctricas que las neuronas producen de a millones por segundo(…)  Nuestro sentido del yo no ronda por el cerebro a solas. En realidad, es un fantasma confabulado con el sistema inmune, ese otro depósito de recuerdos del cuerpo. Nos sentimos continuos e intactos, la mayoría al menos sin prestar atención a los cambiantes sistemas meteorológicos de nuestras células. … Solo una muy delgada seda se interpone entre nosotros y la desolación. Dado que el cuerpo necesita mantener los enemigos a tiro, el sistema inmunológico guarda en sus archivos una galería de truhanes y villanos, y compara los retratos con el invasor antes de lanzar un ataque. Pero las semejanzas lo engañan y más de una vez le sale el tiro por la culata, destruyendo su propio tejido. Mucho antes de cualquier amenaza, el sistema inmune levanta una muralla entre el yo y lo otro, lo seguro y el riesgo, el interior y el exterior del reino. Puesto que debe permitirse el acceso al castillo de nuestro cuerpo, el sistema inmune patrulla la frontera, y monta puestos de guardia internos entre los órganos. El cerebro sabe quienes somos, nuestro sistema inmune, quienes no somos. Juntos, billones de células construyen un mosaico recordatorio del yo que defienden, un ser acuoso que va cambiando con la edad, el stress y los estados de ánimo. Una mente perturbada puede producir hormonas capaces de devastar su propio sistema inmune en el peor momento posible. Por error, puede disparar un ataque contra nosotros mismos.

El sistema inmune guarda rencor. Cuando sus células encuentran bacterias, hongos, virus y otros invasores, los juntan y los llevan a uno de los miles de nódulos linfáticos desparramados por el cuerpo. Allí los linfocitos coadyuvantes T reciben la carga y ordenan a los linfocitos B fabricar anticuerpos, proteínas que se adhieren a los invasores y los matan…Nuestros nódulos linfáticos llevan la lista negra de enemigos: cada gripe y resfrío que nos atacó, la neumonía del verano pasado, las picaduras de aguavivas, la varicela, el sarampión, aquel protozoo que absorbimos buceando y también todas y cada una de las vacunas. El esfuerzo puede ser imperceptible, pero la conciencia sigue su ejemplo, por más que base (eso cree) sus decisiones en la lógica.

…El yo puede perderse debido a daño cerebral. Si matamos neuronas matamos el yo. Pero si queremos perdernos deliberadamente, calcar la conciencia de otro, no podemos ir muy lejos. La luz de afuera sigue prendida, el guiso mental continua cociéndose aún si el dueño de casa sale por un momento o duerme. Es prácticamente imposible hacer congeniar unos mil yo, sin contar los billones de robustas personalidades con quienes compartimos el planeta, a veces volteando la espalda, a veces extenuando amor”.

EL CEREBRO ES MÁS AMPLIO QUE EL CIELO, PUES, SI LOS
PONES A LA PAR, EL PRIMERO AL SEGUNDO CONTIENE SIN
PROBLEMAS; Y A TI, ADEMÁS.

Emily Dikinson, El Cerebro Es Más Amplio que el Cielo.

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