El Pensamiento Humano está Agotado
by Marisa on Dic.13, 2013, under Creatividad, Cuántica, Filosofia, La Conciencia
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Desgraciadamente la física ha adquirido fama de difícil lo cual hace que con su sola mención a muchos se les revuelva el estómago. Esto no debería ser así. Toda la física consiste solamente en conocer y manipular no más de cinco o seis conceptos básicos del mundo, el tiempo, el espacio, el trabajo o la energía, la potencia, la electricidad, las formas geométricas, y eso es más o menos todo. E igual sucede con las matemáticas. Parecen difíciles, y la física las utiliza a fondo porque las matemáticas son un lenguaje muy económico y ordenado que permite llegar a conclusiones importantes de manera rápida y apropiada. De hecho, todo lo que se dice con ecuaciones matemáticas se puede decir con un discurso de literatura, pero ¡nos demoraríamos siglos!
Observemos esto: de algún modo, por alguna razón, las brillantes ideas de los dirigentes más capacitados suelen caer una y otra vez en la misma desgracia: no operan, u operan muy poco, no producen los resultados esperados, y por lo común las comunidades con las que se ensayan los planes vuelven a la situación que se quiso remediar o caen en otra peor… es como si se nos hubiera agotado la capacidad de solucionar. Los políticos dan patadas de ahogado, los economistas gaguean de propuesta en propuesta que a la postre no remedian la pobreza y la violencia, los ingenieros no acaban de inventar las máquinas que harían realidad la ciencia-ficción que nos salvase, los sacerdotes están reducidos a predicar resignación y la violencia y la muerte estúpidas aumentan día tras día… Y no parece llegar una solución real.
Pero ¡atención! Puede ser ahí donde precisamente reside el problema: El pensamiento del mundo entero está agotado.
De ese descomunal tamaño podría ser la cosa, así que si este es el caso no nos asombremos por la falta de resultados. Ni los mejores líderes de la inteligencia pueden afrontar eficazmente este Apocalipsis con la estructura mental que les fue introducida en la cabeza por sus padres o por el pensamiento que les entregó la civilización. Analicemos la posibilidad, tal vez cruel, de que el conocimiento de la especie humana ha llegado a un punto de saturación, de inoperante vejez. Y de impotencia.
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Reflexionemos sobre si la inteligencia del planeta entero ya no es capaz de tratar adecuadamente los males que lo aquejan. Nunca ha sucedido tal cosa como ser tan inteligentes para resolver nuestros problemas, pero el caso es que hemos llegamos a un increíble extremo de esta situación. Y bueno es culantro pero no tanto.
Ese podría ser entonces el problema fundamental: llamémoslo el agotamiento, el cansancio, del sistema de pensar de la civilización actual. ¿Por qué? ¿Tal vez será porque los terrícolas humanos de los últimos siglos nos instalamos en un modelo mental en el cual confiamos durante ya muchas generaciones y por lo tanto nos habituamos profundamente a él? Esta es quizá una razón de peso.
Pero como parece que el modelo para pensar, para ser inteligentes, ya se agotó, como resultado nos estancamos. Por consiguiente, estamos sufriendo una especie de “baja de azúcar”, una insuficiencia de la inteligencia mundial, o incluso un estado de coma completo, una moderna obsolescencia del edificio cultural humano.
Vivimos el mundo de Fernando Botero, gordo y ridículo, posicionado monolíticamente en su propia desfachatez, lo cual constituye algo muy serio. Todo hoy día parece tener el sabor de esa desproporción anquilosada e inoperante que expresa Botero.
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Tal como también en sus días, Picasso olfateara la intensa fragmentación de las cosas humanas, lo cual dibujó muy claramente porque él lo veía venir, el mensaje de este Botero de hoy expresa el aburguesamiento de la especie, el ejercicio o el disfrute de una realidad gorda, adocenada y pendeja. Los líderes occidentales, por ejemplo, son candidatos excelentes para ser esculpidos con las formas de las dicientes esculturas de Botero. Quedan mejor representados si los esculpe un Botero. Un George W. Bush bien gordo luciría espléndido en cualquier ciudad del mundo. No escapan a esto los líderes árabes, palestinos o judíos, ni los para nosotros míticos orientales. Botero ha captado lo que hay y lo que viene y lo expresa irónicamente: el engordamiento de una cultura transcontinental saturada, más allá de lo cual no le queda sino reventar.
Repitamos pues que en la definición del problema estamos hablando palabras mayores: El pensamiento humano está agotado. Estancado, quieto, inoperante, errático. ¿No le parece esto mucho decir, y no le parece muy grave la cosa? Esa es nuestra tesis.
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Y para tal horror se requeriría entonces de una solución y de una cadena de ideas supremamente poderosas.
Porque el pensamiento cuántico es algo universal: es un escenario, un hogar, una dimensión y un universo mental para una nueva civilización humana. No admite distinciones de raza, credo o edad, ni de sexo o costumbres sexuales, tendencias políticas, ni de pasado judicial, idioma, nacionalidad o jerarquía. Es una revolución general y, como tal, puede ayudarlo a una significativa revolución personal.
Y obviamente yo no soy el autor de lo cuántico. Los autores de lo cuántico son muchísimos y en el fondo son la humanidad y la historia mismas. Lo cuántico, tal como lo interpreto y lo propongo, apunta a aquello que todo humano posee de más valioso: el juicio de la ciencia y la conciencia humana. La mente de la persona humana. La mente de la humanidad. Esa fuente de sabiduría, poder y trascendencia, no precisamente debida a los conocimientos, que de algún modo le está diciendo a usted, a mí y a todos, sobre lo valiosos que somos y lo lejos que podemos llegar sin importar dónde y cómo estemos, pues este diálogo que acaba de iniciar va, de cierto, mucho más allá de la muerte.
La llama de esa esperanza de ser valioso y trascendente puede convertirse en un verdadero desfogue renovado de energía rumbo a los próximos destinos. En un verdadero incendio que destruye lo viejo que hay en mí para dar paso a creaciones de un yo renovado, pleno o plena de dicha en medio de los altibajos de la vida y lleno y llena de esperanza, valor, fe y convicciones sólidas respecto de la trascendencia del ser de cada cual después del fenómeno que llamamos muerte, una palabra y un concepto ésos llamados a desaparecer más tarde o más temprano del léxico terrícola para ser reemplazados por algo menos lúgubre.
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Tal como suena. Y aunque ya en este punto sobre la muerte pudiera usted no estar de acuerdo conmigo, lo cuántico ofrece un escenario que, tanto para reflexionar como para actuar, abarca desde las manifestaciones más elementales de la naturaleza hasta las más encumbradas esferas de la eternidad, la espiritualidad y la divinidad que reside en cada uno.
O, sencillamente, de las posibilidades de significancia y grandeza de cada uno, si es que a la persona no le gustan los temas religiosos. A propósito, es importante aclarar que este tipo de pensamiento cuántico no toca para nada con las convicciones y creencias religiosas o morales de las gentes. En absoluto. Por el contrario, el pensamiento cuántico impulsa a las personas hacia el fortalecimiento de sus propios e íntimos valores, creencias o convicciones religiosas y morales, si las tiene, o relacionadas con la religión y la moral, dado que ellas forman parte esencial de la mente y la conciencia particular. Todo el mundo posee algún tipo de religión y de moral, así ambas se llamasen ateas.
Veamos ahora por qué lo cuántico es capaz de abarcar tanto. El poder de lo cuántico nace originalmente de un área del pensamiento que, mucho más rápido que la economía, la política, la filosofía o el arte, u otros ámbitos del pensamiento social, vivió un extraordinario desarrollo durante el siglo pasado: esta área es la científica.
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Fuente:
Fragmento del libro el Pensamiento Cuántico del gran Gabriel Aramburo Siegert