MEDICINA CUANTICA

Las Frecuencias Vibratorias Explicadas por el Dr. Masaru Emoto

by on Nov.24, 2009, under Los Campos Energéticos

Me enteré de la presencia y trabajo que realiza el Dr. Masaru Emoto a través de la película Y tu Que sabes?! En la peli, la protagonista después de ver en el metro fotografías de Emoto que reflejan la relación de la emoción sobre el agua, convencida de este poder decide cambiar de sintonía dibujando en su cuerpo flores y la palabra amor y se sumerge en la bañera de su casa. Mostramos este artículo de Masaru Emoto que habla de cómo todo se compone de frecuencias vibratorias: los seres, la música, el agua…

“Entender que en esencia somos agua es la clave para develar los misterios del universo. Si reexaminas el mundo que te rodea desde esta nueva perspectiva, verás las cosas como nunca antes lo habías hecho.

Los diversos acontecimientos a lo largo de una vida se reflejan en el agua. Los individuos y la sociedad componen un enorme océano; al añadir nuestras gotas individuales a este océano, participamos en la formación de la sociedad.

Decidí publicar las fotografías de los cristales de hielo, porque deseo que la mayor cantidad de gente posible comparta el mensaje del agua para nosotros. Esta acción constituyó sólo una pequeña gota, pero creó una onda expansiva que ha tenido un enorme impacto en mi vida y en la de muchos otros.

Por medio de las fotografías, pude ver que la energía de nuestra conciencia y nuestras palabras puede cambiar cosas que podemos observar con nuestros ojos. Esta es la primera y única manera en que puede mirarse esta energía evasiva. Nosotros no creemos en lo que no podemos ver, pero estos cristales de hielo nos muestran todo, y ya no sólo es cuestión de si creemos o no en ello. Al emplear este método, cualquiera puede realizar y demostrar sus propios experimentos.

Al parecer, los cristales de hielo se vinculan de manera cercana y permanente con el alma humana. Cuando me pregunto por qué estos cristales han dicho cosas a tanta gente, se que contienen la llave de los misterios del universo, y esta llave puede abrir la conciencia necesaria para entender el orden correcto del universo y el papel que desempeñamos en él.

El agua es el espejo del alma. Ésta tiene muchas caras al alinearse con la conciencia de los seres humanos. Pero, ¿qué confiere al agua la capacidad de reflejar lo que hay en el alma de la gente? Para responder a esta pregunta, primero me gustaría asegurarme de que entiendes este hecho: la existencia es vibración.

El universo entero vibra y cada cosa genera su propia, única frecuencia. Todo lo que digo en este libro se basa en este hecho. Mis años de investigación con el agua me enseñaron que éste es el principio fundamental del universo.

Esto puede decirse con tan sólo cuatro palabras, pero para quienes nunca las han escuchado resultan difíciles de entender.

Quizá pienses, ¿acaso toda la existencia es vibración? ¿Incluso esta mesa? ¿Esta silla?¿Mi cuerpo? ¿Cómo puede ser vibración todo lo que puede verse y tocarse? Es difícil entender que las cosas que puedes tomar con las manos y examinar —madera, rocas, concreto— vibran.

Pero ahora la mecánica cuántica reconoce que, en general, las sustancias son vibraciones. Cuando descomponemos algo en sus partes más pequeñas, entramos a un mundo extraño donde todo lo que existe son partículas y ondas.

Imaginemos que puedes reducir tu cuerpo a un tamaño microscópico y emprendes una exploración para descubrir los secretos de ese universo llamado tú. Pronto verías que todo está formado por átomos, y cada átomo consiste en un núcleo con electrones que giran a su alrededor. El número y la forma de esos electrones, así como sus órbitas, dan a cada sustancia una serie particular de frecuencias vibratorias.

Descubrirías que ninguna sustancia es sólida, sino tan sólo un núcleo rodeado por una onda en rotación permanente. Todo se encuentra en movimiento y vibración constantes, pulsando a una velocidad increíble.

De acuerdo con el hanyashingyo, la sabiduría y el sutra del corazón budistas, «Lo que puede verse no tiene forma, y lo no puede verse sí tiene forma». Ahora podemos decir que la ciencia moderna ha probado que esta extraña contradicción, formulada por Buda hace muchísimos años, es cierta.

Nuestros ojos pueden ver objetos, pero no vibraciones. Sin embargo, me gustaría que te preguntaras si acaso no has tenido una experiencia como éstas: supón que hablas con alguien en una habitación, donde el ambiente es cálido, amigable y fluido. Entonces, otra persona entra. Justo en el momento de abrir la puerta, notas un cambio en la atmósfera, y en lugar de la calidez anterior, percibes el lugar oscuro y frío.

El rostro del recién llegado tiene una expresión de fastidio y los hombros caídos, alguien que parece cansado de vivir. ¿Cuál será la causa de este dolor? Tal vez le rompieron el corazón, cometió un error en el trabajo o está asqueado de la vida, interprétalo como quieras. Sólo deseo que pienses por qué cambió la atmósfera de la habitación justo cuando abrieron la puerta.

Los humanos también somos seres vibrantes, y cada individuo vibra en una frecuencia única. Cada uno de nosotros posee habilidades sensoriales necesarias para sentir las vibraciones de los demás.

Una persona que experimenta una gran tristeza transmitirá una frecuencia triste, y alguien que siempre está alegre y tiene una vida plena emitirá la frecuencia correspondiente. Una persona que ama a otras proyectará una frecuencia de amor, pero alguien que actúa con maldad emitirá vibraciones oscuras y malignas.
Este mismo principio se aplica a objetos y lugares. Por ejemplo, hay lugares donde ocurren accidentes con frecuencia, sitios donde los negocios tienen éxito y crean felicidad.

Y es posible que hayas escuchado sobre alguna joya que lleva la desgracia a sus dueños sucesivos.

Esto no sólo se aplica a objetos físicos, pues los diversos fenómenos en el mundo emiten frecuencias características. Un cambio en la energía de la atmósfera genera rayos y tormentas. Y aunque una energía intensa producirá desastres naturales, debemos entender que no son acontecimientos malignos. Si consideramos la enorme cantidad de energía negativa que se llevan rayos y tormentas, deberíamos agradecerlos.

Por otra parte, piensa que a las personas les gusta convivir para celebrar. Cuando la gente se reúne, viste ropas especiales, canta, baila y festeja, se disipan vibraciones estancadas y malignas, se crean vibraciones alegres.

Todas las cosas vibran y cada una lo hace en su propia frecuencia. Cuando entiendas esto, ampliarás de manera significativa tu comprensión del universo, tus ojos se abrirán a cosas nunca antes vistas —cosas que antes quedaban relegadas al fondo de tu conciencia—. Estos descubrimientos y sentimientos darán nueva vida a tu alma.

Si todo se encuentra en estado de vibración, ello significa que todo crea sonidos.

Esto no quiere decir que escuchemos cada sonido, aunque hay personas que, en apariencia, escuchan las voces de los árboles y otras pueden comunicarse con las plantas. Sea que escuchemos los sonidos o no, podemos decir que la frecuencia única de todos los objetos puede interpretarse como sonido.

Se dice que, en general, el oído humano es capaz de escuchar frecuencias de entre 15 y 20 000 hercios (los hercios [Hz] indican aproximadamente el número de ciclos de onda repetitiva por segundo). En realidad, que nuestros oídos tengan tales límites es algo positivo, de otro modo quizá no podríamos conciliar el sueño.

El mundo natural está muy bien diseñado, todo está en equilibrio. Y mientras se crea el sonido, hay un escucha maestro que recibe ese sonido: el agua.

Piensa por qué la música afecta la formación de cristales y pueden lograrse resultados por completo distintos según las palabras pronunciadas o escritas que se muestran al agua. De nuevo, la respuesta es que todo vibra. El agua —tan sensible a las frecuencias únicas que emite la realidad— refleja el mundo exterior de una manera esencial y eficiente.

La música y las palabras habladas son vibraciones, y casi cualquier persona las entiende e interpreta con facilidad. Los sonidos, como los cantos humanos en un funeral budista, generan una frecuencia curativa.

Pero, ¿cómo podemos interpretar que las palabras escritas en papel y mostradas al agua determinen la formación de cristales? Las propias palabras escritas emiten una vibración única que el agua percibe. El agua refleja con fidelidad todas las vibraciones creadas en el mundo y las convierte en una forma que el ojo humano percibe. Cuando se muestra al agua una palabra escrita, la recibe como vibración y expresa el mensaje de manera específica. (Quizá esto te haga pensar en las letras como un código visual para expresar sonidos.)

El agua expuesta a la palabra gracias formó bellos cristales geométricos, sin importar el idioma en que se presentara dicho término. En cambio, el agua a la que se mostró la palabra tonta y otros términos degradantes produjo cristales fragmentados y deformes.

Podemos suponer que cuando se forma un cristal geométrico completo, el agua está alineada con la naturaleza y con el fenómeno llamado vida. Los cristales no se forman en agua contaminada por nuestro olvido de las leyes naturales. Cuando intentamos fotografiar cristales de agua de grifo en Tokio, los resultados fueron penosos. Esa agua se esteriliza con cloro, lo cual daña su capacidad innata de formar cristales.

Cuando el agua se congela, sus partículas se juntan para formar el núcleo del cristal y cuando el núcleo crece de una manera estable para convertirse en figura hexagonal, aparece un cristal visible; pero cuando se presenta información en conflicto con la naturaleza, se formará un cristal incompleto.

Las palabras gratitud y amor constituyen principios fundamentales de la naturaleza y de la vida. Por lo tanto, se requiere agua para crear la figura hexagonal. En cambio, palabras como tonta no existen en la naturaleza, y son creaciones humanas.

Es probable que sólo vibraciones de amor y gratitud aparezcan en la naturaleza, y observarla prueba que es verdad. La armonía con que viven árboles y plantas muestra su mutuo respeto. Esto también se aplica al reino animal. Los leones sólo matan cuando tienen hambre. Las plantas bajo la sombra de los árboles no se quejan, y los animales no consumen más alimento del necesario.

En un artículo del número marzo-abril de la gaceta científica estadounidense 21st Century Science and Technology, Warren J. Hamerman señala que la materia orgánica de los seres humanos genera una frecuencia que puede representarse mediante un sonido alrededor de 42 octavas por arriba del do central (la nota cercana al centro del teclado de un piano). El estándar moderno del do central es de aproximadamente 262 hercios, lo cual significa alcanza los 570 billones de hercios.

Como éstos indican las vibraciones por segundo, los seres humanos vibran a 570 billones de veces por segundo, número que excede a la imaginación y revela un increíble y maravilloso potencial oculto.

Es difícil concebir 42 octavas, pero considera que la frecuencia del ser humano es inmensamente diversa y no tiene paralelo. Guardamos todo un universo en nuestro interior lleno de frecuencias sobrepuestas que componen una sinfonía de proporciones cósmicas.

Cuando hablo a la gente sobre vibraciones y frecuencias, recurro a lo que me gusta llamar teoría del do-re-mi-fa-sol-la-si. Esta sencilla teoría explica que la frecuencia de todo en el cosmos puede resumirse en siete partes: do, re, mi, fa, sol, la y si.

El universo consta de cosas, innumerables, cuyas frecuencias van de la más baja hasta la más alta. Quizá sea útil visualizar las teclas del piano alineadas en orden, comenzando por el sonido más grave. Si presionas las teclas blancas, tocarás do, re, mi, fa, sol, la y si. Cuando subes una octava en el teclado —es decir, de un do al siguiente— la frecuencia se duplica. En otras palabras, la duplicación de frecuencias dividida entre siete partes es do, re, mi, fa, sol, la y si. Por ende, la repetición de los siete sonidos los expresa desde el más grave hasta el más agudo.

Pero, ¿qué iluminación puede obtenerse al ver la frecuencia como sonido?

La revelación más importante es la resonancia. Los sonidos con la misma frecuencia resuenan. Esto puede entenderse al usar un diapasón, artefacto en forma de ‘Y’ empleado para afinar un instrumento o marcar la entonación de la voz.

Cuando se golpea el diapasón con un martillo de goma produce el sonido de la nota la, y un cantante responde con un la; diapasón y voz crean la onda sonora de una sola frecuencia. A esto se le llama resonancia. Cuando una parte crea una frecuencia y la otra responde con el mismo sonido, ambas resuenan. Se dice que las cosas similares se atraen, y así las vibraciones se atraen e interactúan una con la otra.

Si observas con cuidado, el mismo fenómeno ocurre en todo lo que te rodea. Un perro que va por la calle puede no responder a otro que encuentre cerca, pero es muy probable que sí responda a un perro al otro lado de ia calle. Los perros suelen aullar cuando escuchan el sonido de una sirena, lo cual podría ser una resonancia.

Y esto también sucede en las relaciones humanas: personas que generan frecuencias similares se atraen, de lo cual surge la amistad. Algunas permanecen indiferentes entre sí, sin importar cuan cerca se encuentren en el terreno físico, Pero, si alguien que no te agrada se acerca a ti y tú reaccionas, significa que, de alguna manera, resuenas con tal individuo.

El gran secreto de las artes marciales japonesas es ganar sin pelear. En esencia, esto significa no resonar con el enemigo. Pelear y ganar provoca una resonancia con el enemigo y, así, el nivel de relación es muy bajo.

Cuando las frecuencias son incompatibles no resuenan. No podemos aceptar lo que fundamentalmente es diferente de nosotros.

Sin embargo, es interesante que la resonancia puede producirse incluso cuando las frecuencias no son idénticas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la frecuencia se duplica. Si tocamos en el piano la tecla la correspondiente a 440 hercios junto con la tecla la una octava abajo, a 220 hercios, se genera un agradable sonido resonante, lo cual también sucede al responder a un diapasón con un sonido una octava abajo.

Cuando la diferencia de frecuencia es del doble, triple, cuádruple, óctuple, etcétera —o de la mitad, una cuarta parte, en fin— de un sonido dado, también se produce resonancia. El principio de esta relación se extiende al infinito. No importa cuan lejanas sean las frecuencias, si uno de los dos números es múltiplo del otro, creará resonancia. Asimismo podemos decir que por cada sonido en cada nivel existe otro resonante en todos los demás niveles.

Si piensas en esto, verás que la gente se siente atraída por Cristo, Buda y otros personajes que emiten un alto nivel de vibraciones, pero también por la escoria de la sociedad (Bonnie y Clyde). Quizá parezca no congruente, pero puede explicarse porque las personas resuenan con otras en varios niveles. Tal vez esta dicotomía constituya un aspecto natural de la vida.

Algo que puede ayudarnos a comprender mejor lo anterior es cómo interpretar, desde la perspectiva de vibraciones y frecuencias, el fenómeno de dos personas que se enamoran.

El amor es una especie de resonancia. Por ejemplo, si la capacidad de tu nivel de frecuencia es diez, resonarás con otras personas del mismo nivel, o quizá con alguien que posea uno superior, digamos de doce.

Cuando las personas resuenan y se enamoran, se elevan al nivel más alto de su capacidad. Si alguien con una capacidad diez, de la cual sólo ha usado cinco partes, se enamora de un nivel doce, entonces él o ella naturalmente hará uso del nivel diez de su capacidad, aumentando la frecuencia.

Cuando estás enamorado, te desempeñas mejor en el empleo, y es posible que tu trabajo (y a menudo tu entorno) cambie sin que lo adviertas. Las personas que continúan trabajando bien en edad avanzada, de manera casi inevitable están enamoradas. Claro que no se limitan al amor de pareja, sino que incluyen respeto y atracción desinteresados hacia otras personas. El amor tiene el efecto de elevar nuestro nivel de frecuencia y hacernos brillar.

Los humanos somos los únicos que resonamos con todas las demás criaturas y objetos de la naturaleza. Podernos hablar con todo lo que existe en el universo, Transmitir y recibir energía. Pero, esta habilidad es un arma de doble filo. Cuando la gente sólo actúa en beneficio propio, emite una energía que destruye la armonía de la naturaleza.

El descuido de nuestra Tierra es resultado de un afán desmedido por la utilidad y por la satisfacción de la codicia, iniciada con la Revolución Industrial. Esto ha llevado a la gente a un estilo de vida basado en el consumo, lo que amenaza seriamente el medio ambiente global.

Acabamos de iniciar un nuevo siglo y nos hallamos en un momento histórico que requiere cambios drásticos en nuestra manera de pensar. Sólo los humanos podemos resonar con el resto del mundo. Por ello, es indispensable cambiar las ideas, de modo que vivamos en armonía con la naturaleza, atajando la destrucción de la Tierra. Las vibraciones que proyectemos y el tipo de planeta que construyamos, dependerá de cada individuo.

¿Cómo elegirás vivir?

Si llenas tu corazón con amor y gratitud, te encontrarás rodeado de muchas cosas que podrás amar y agradecer; incluso podrás acercarte más a la vida de salud y felicidad que buscas.

Pero, ¿qué ocurrirá si emites señales de odio, insatisfacción y tristeza? Entonces quizá te conviertas en alguien odioso, insatisfecho y triste.

La vida que llevas y el mundo en que vives dependen de ti”.

FUENTES:

http://www.bibliotecapleyades.net/salud/mensajesocultos_agua/mensajesocultos_agua01.htm
http://hermandadblanca.org/2009/11/23/masaru-emoto-%c2%bfde-que-esta-hecho-el-universo-noviembre-2009-d-c/
http://www.masaru-emoto.net/spanish/sindex.html


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